9788498972238.jpg

Ángel de Saavedra. Duque de Rivas

El duque de Aquitania

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-058-1.

ISBN ebook: 978-84-9897-223-8.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Las cruzadas 7

Personajes 8

Dedicatoria 9

Acto I 13

Escena I 13

Escena II 16

Escena III 20

Escena IV 20

Escena V 21

Escena VI 24

Escena VII 25

Acto II 27

Escena I 27

Escena II 33

Escena III 33

Escena IV 36

Escena V 37

Acto III 43

Escena I 43

Escena II 47

Escena III 51

Escena IV 55

Escena V 55

Acto IV 57

Escena I 57

Escena II 61

Escena III 65

Escena IV 69

Escena V 69

Acto V 71

Escena I 71

Escena II 71

Escena III 73

Escena IV 77

Escena V 78

Escena VI 79

Escena VII 80

Libros a la carta 85

Brevísima presentación

La vida

Duque de Rivas, Ángel Saavedra (Córdoba, 1791-Madrid, 1865). España.

Luchó contra los franceses en la guerra de independencia y más tarde contra el absolutismo de Fernando VII, por lo que tuvo que exiliarse a Malta en 1823. Durante su exilio leyó obras de William Shakespeare, Walter Scott y Lord Byron y se adscribió a la corriente romántica con los poemas El desterrado y El sueño del proscrito (1824), y El faro de Malta (1828).

Regresó a España tras la muerte de Fernando VII heredando títulos y fortuna. Fue, además, embajador en Nápoles y Francia.

Las cruzadas

El duque de Aquitania se inspira en el ciclo de relatos medievales en los que un hermano fraticida usurpa el poder mientras los legítimos señores están en las cruzadas. Elisa, la heroína de esta obra, es acosada en medio de su luto tras la muerte de su padre en Tierra Santa.

Personajes

Arnaldo, antiguo escudero

Elisa, su hermana

Eudón, usurpador, tío de Reynal, duque de Aquitania

Guardias

Linser, confidente de Eudón

Pueblo

Dedicatoria

Tanto la pompa de holocausto rico,

cuanto la sencillez y fe sincera

con que el mortal su omnipotencia adora.

A. de S. R. de B.

A mi amada hermana doña María de la Candelaria de Saavedra

¡Oh tú, ninfa gentil del Manzanares,

que entre las más bellas y graciosas

que triscan en su orilla, de fragantes

flores la sien orlada, el albo cuello

de oro de ofir y perlas del Oriente,

descuellas como suele alba azucena

predilecta de Flora en el risueño

cultivado jardín! Torna un instante

a mí los ojos, do el amor se anida,

tórnalos, pues, a tu amoroso hermano,

y oye su voz y los llorosos versos

con que pinta el furor de las pasiones,

la austeridad de la virtud sublime

y la venganza atroz de los delitos.

Óyeme, hermana, y favorable acoge

esta mortal ficción que la engañosa

escena va a ocupar, y que felice

será si arranca de tu tierno pecho

un ardiente suspiro, o si humedece

tu rostro hermoso con sensible llanto.

Yo, acostumbrado a lamentar amores

en arpa de marfil, quise, atrevido

más altivo volar, y el sofocleo

coturno osé ceñir, y a Melpomene

pedí anheloso su puñal terrible.

Mas ¿cómo solo a la fragosa cumbre

donde mora arribar, sino siguiendo

las huellas de algún genio esclarecido

que a la cima subió? Nunca el polluelo

del águila caudal desplegar sabe

las alas temerosas y aun no firmes

por la inmensa región solo y sin guía.

La atroz venganza del inachio Orestes,

que allá en remotos siglos vio, extasiado

de Atenas el magnífico liceo,

y en nuestros días con mayores glorias

resucitó el ingenio honor de Italia,

mi guía ha sido en tan audaz empresa:

empresa que a tu amor solo dedico,

y ora estudiosa estés y retirada,

con brillante pincel que el arte mueve,

imitando las bellas perspectivas

que en sus montes y selvas nos presenta

Naturaleza hermosa, y las cascadas

que dan vida al país, y los lozanos

chopos que agita el apacible ambiente,

copiándolos con tanto magisterio

que, engañados los ojos, se imagina

escuchar el susurro de las hojas

y ver la espuma del sonante arroyo;

ora te encuentres en festín brillante,

oyendo amores y abrasando pechos;

o bien en el salón de mármol y oro,

de cien antorchas al fulgor luciente,

y al concertado son de los violines,

diosa del baile y de las gracias diosa,

ostentes tu modesta gentileza

al medido compás girando el cuello,

y el delicado talle, y resbalando

el breve y ágil pie, que en vano esconde

de la fimbria talar el suave ondeo.

Niégate un punto al hervoroso aplauso

de la importuna turba de amadores,

y escucha a Elisa, tímida, inocente,

lamentar el rigor de su destino,

y mírala en los brazos de su hermano

amar, llorar, temblar... ¡Ay! Su ternura,

su fraternal cariño, es un remedo

del que en tu tierno corazón se anida

y hace el encanto de tus deudos todos,

y, aunque anhelan mis versos retratarlo,

no tanto alcanzarán... Mas sea, al menos,

mi entrañable amor testigo firme

este ligero don que hoy te tributo.

Harto pequeño, a fe; mas tú, por mío,

lo acogerás benigna. Así, el excelso

rey del Olimpo recibir, acaso,

más grato suele las humildes flores

que le presenta en rústicos altares

sencillo labrador, que el hecatombe

que en aras de oro y en soberbio templo

le ofrece el poderoso, pues no estima

anto la pompa de holocausto rico

cuanto la sencillez y fe sincera

con que el mortal su omnipotencia adora

A. de S. R. de B

La escena es en un salón del palacio de los duques de Aquitania.

La acción empieza a mediodía y acaba al anochecer.