Roberto H. De Gregorio - Ramiro J. Córdoba

PROTAGONISTAS DEL CAMBIO

EDIFICIOS DE RENTA EN EL ESCENARIO URBANO ROSARIO (1907-1948)

© Roberto H. De Gregorio y Ramiro J. Córdoba, 2019

© Universidad Católica de Santa Fe, 2019

Echagüe 7151, Santa Fe (S3004JBS), República Argentina

Todos los derechos reservados.

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Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Directora Editorial: María Graciela Mancini

Corrección de textos: Margarita Herman

Diseño de interior: Mariel Mambretti

De Gregorio, Roberto H.

Protagonistas del cambio : edificios de renta en el escenario urbano Rosa-rio, 1907-1948 / Roberto H. De Gregorio ; Ramiro Córdoba. - 1a ed . - Santa Fe : Universidad Católica de Santa Fe, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-950-844-170-6

1. Arquitectura . I. Córdoba, Ramiro. II. Título.

CDD 728

ÍNDICE

1. Presentación/ 5

2. El espacio de acción/ 15

3. Formulación de las ideas de tipo y paradigmas/ 49

4. El imperio de la tradición en los pioneros en altura/ 61

5. Entre tradición y modernidad/ 97

6. Nuevos recursos al servicio de un resultado integral/ 135

7. A modo de intentar concluir/ 169

8. Apéndice documental/ 175

Presentación

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Desde principios del siglo xx, los edificios de renta quebra-ron la línea del horizonte chato de la ciudad de Rosario. Su consigna principal fue la de destacarse del resto como una nueva propuesta atrayente y codiciada. La construcción de edificios en altura, al modo de rascacielos, señaló una nueva oferta en el mercado inmobiliario y ubicó a Rosario dentro de la red mundial de comercio e intercambio.

Se consideraron «edificios de renta» a aquellas obras cuyas car-acterísticas fueran:

disponer de más de dos pisos de altura (entendidos como ni-veles de construcción sobre la planta baja).

pertenecer a un único comitente, dado que fueron produci-dos con anterioridad a la promulgación de la Ley de Propie-dad Horizontal de 1948.

incluir en sus proyectos adelantos técnicos, tales como as-censores para la circulación interna, desarrollos de estruc-turas especializadas, metálicas o de hormigón armado, e in-fraestructuras sanitarias y de confort.

Sin duda alguna, estas obras en altura adquirieron relevancia y notoriedad. La posibilidad de ver desde arriba el resto de la ciu-dad y de ser notado a la distancia instaló una razón publicitaria de notable impacto. Esa representación de la nueva identidad urbana fue uno de los objetivos que, con orgullo, habían alcanza-do hacia mediados del siglo XX.

A partir de 1948, la Ley de Propiedad Horizontal cambió la mo-dalidad de estos emprendimientos al posibilitar que los propieta-rios del edificio fueran un grupo de varios integrantes en lugar de un solo comitente. La ubicación de estas inversiones fue cuida-dosamente elegida y coincidente con el área central de la ciudad.

En general, no hace falta decir mucho para ubicar el centro. Cual-quier habitante de la ciudad sabía y sabe dónde está el centro,

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cuáles son sus características y como llegar hasta allí.1 El centro es un espacio esencialmente dinámico, que entremezcla funcio-nes destinadas al ocio, como paseos de compras, restaurantes o bares. Los transeúntes caminan por este lugar, supuestamente siempre de paso hacia algún otro sitio. Sus miradas aseguran sus caminos, ubican referencias que los orientan hacia sus destinos. Reconocen en su andar lugares de aquel entorno. Es un área sostenida por el resto de la ciudad a modo de fondo y figura. Es un punto donde se reúnen todas las miradas. Es un lugar común en donde todo se muestra, se consume, se vende, se desea. Este segmento urbano privilegiado es donde, tal como diría Baudelai-re, todo se transforma en mercancía, la que, unida a la sociedad que la produce, está casi rotulada como «su cultura».2

Los paseantes pueden ser asociados en su vagar con aquellos flâneurs parisinos de Baudelaire que callejeaban sin rumbo, solo interesados en las impresiones que se les ofrecían a su paso, más que nunca ubicados en este foco de atracciones. ¿Qué mirarían? Sus ojos captarían estímulos que se asociarían con conocimien-tos previos o con lo que los sorprendería, hasta que, en su andar, ubicarían una referencia conocida, buscada. A su vez, verían a otros pares a su alrededor, tendrían sensaciones de seguridad o de intranquilidad, ordenarían sus ideas y conceptos ante esa suculenta fuente de información.

Fue en este escenario donde cobraron protagonismo los edifi-cios de renta, donde se convirtieron en destacados artífices del cambio, y se consolidaron, sostuvieron y acrecentaron con la ge-neración de sucesivas y atractivas propuestas. Los registros de las causas que incidieron en la concreción del proyecto permiten interpretar el grado de protagonismo que los casos abordados tuvieron. Posteriormente, el agotamiento del interés en esas

1 IRISO, Enrique, «El centro urbano, concepto delimitación y funciones», Estudio de Ciencias Sociales, 1992, págs. 57-75.

2 BAUDELAIRE, Charles, Las flores del mal, Cátedra, Madrid, 2006.

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primeras propuestas dio paso a las nuevas intenciones del grupo social que las consumía.

Este espacio central de la ciudad fue sosteniendo emprendimien-tos inmobiliarios que explicitaron verdades y valores dentro del derrotero de la cultura vernácula.3 El trazado cuadricular de Ro-sario, en especial de su centro, fue el tablero donde se ubicaron, como piezas de un juego de ajedrez, estos edificios de renta. En este juego, los reyes, damas, alfiles, caballos, torres y peones se mueven con diferentes estrategias sobre un tablero cuadrado de sesenta y cuatro casillas marcadas en blanco y negro. Con el objetivo de vencer al rey oponente, lo amenazan, le dan jaque y, a veces, mate. Dentro de esta analogía, cabe preguntarse si cam-biaron de lugar estas piezas, ubicadas dentro del tablero donde aún permanecen, conformando un mensaje perenne, y si cum-plieron con las reglas establecidas.

Los velos que pueden correrse sobre el juego en este tablero pueden conectar con trasfondos escondidos que posibilitaron emociones dentro del juego, con su consiguiente posibilidad de ganar. Así como el juego de estos edificios de renta se inició con el quiebre en altura a principio de siglo, con la sanción de la Ley de Propiedad Horizontal 13.512 de 1949, esta modalidad le dio jaque mate a la figura de único inversor privado para un empren-dimiento indivisible. Dicha reglamentación permitió que nuevos propietarios individuales ejercieran el uso exclusivo dentro de cada una de sus unidades, en tanto que compartían el bien en general4 (terreno, cimientos, muros maestros) y las áreas indis-pensables para mantener la seguridad privada y colectiva (uso

3 HUXLEY, Aldous, La filosofía perenne, Buenos Aires, Sudamericana, 1947.

4 Los cimientos, muros maestros, techos, patios solares, pórticos, galerías y ves-tíbulos comunes, escaleras, puertas de entrada, jardines; los locales e instalacio-nes de servicio centrales, como calefacción, agua caliente o fría, refrigeración; los locales para alojamiento del portero y portería; los tabiques o muros divisorios de los distintos departamentos; los ascensores, montacargas, incineradores de residuos y, en general, todos los artefactos o instalaciones existentes para servi-cios de beneficio común. Esta enumeración no tiene carácter taxativo. Los sóta-nos y azoteas revestirán el carácter de comunes salvo convención en contrario.

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común). Esta ley definió5 la división del dominio particular frente al colectivo según su posibilidad de independencia frente al res-to. La condición fue la de disponer de una salida a la vía pública sin interferir en el uso privado de otro dueño.

En este estudio, la base de trabajo está configurada por el aná-lisis de más de cincuenta casos, cuyos registros se encuentran incluidos en el «Apéndice documental». Es decir, con una canti-dad concreta de casos de estudio, extraídos en un tiempo y un lugar, se determinaron las características propias y definitorias del tipo6 y sus derivaciones interpretativas, lo que posibilitó la formulación de dos paradigmas que se desarrollarán más ade-lante. Cabe señalar el énfasis otorgado a las tareas de reconocer, extraer y categorizar las modalidades de los distintos tipos de estas entidades edilicias.

El marco teórico es multidisciplinar. Desde el punto de vista me-todológico, el trabajo se planteó en el marco de la investigación- acción, con un enfoque mixto y secuencial (cualitativo y cuanti-tativo). Se exploraron datos cualitativos, que fueron organizados en categorías, y se construyeron —dentro de lo posible— instru-mentos cuantitativos. Se consideraron tanto las apreciaciones de agentes directamente involucrados con el proceso como las miradas críticas y la concomitancia con otras líneas de desarro-llos funcionales dentro del área de estudio. Se incluyeron deriva-ciones del análisis del material fotográfico, testimonios de vida y

5 Los distintos pisos de un edificio o los distintos departamentos de un mismo piso o los departamentos de un edificio de una sola planta que sean indepen-dientes y que tengan salida a la vía pública directamente o por un pasaje común podrán pertenecer a propietarios distintos, de acuerdo a las disposiciones de esta ley. Cada piso o departamento puede pertenecer en condominio a más de una persona.

6 Se siguen las definiciones de tipo y modelo esgrimidas por Quatremère de Quincy y Argán. Véase QUATREMERE DE QUINCY, Antoine-Chrysostome, Dic-cionario de arquitectura: voces teóricas, Buenos Aires, Editorial Nobuko, 2009 y AYMONINO, Carlo y ARGAN, Giulio-Carlo, Sobre el concepto de tipología arqui-tectónica, Barcelona, Universidad Politécnica de Cataluña, 1977.

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anales documentales. Es decir, fuentes directas e indirectas que, desde diversos orígenes, enriquecieron el trato con los casos.

Dentro del campo de la investigación crítica en el ámbito de la historia de la arquitectura, el equipo consideró los edificios de renta como puertas de ingreso privilegiadas para iniciar la gestión. Una vez identificadas estas obras, se conformaron los legajos pertinentes, que constituyeron la base para un análisis posterior. Las planimetrías utilizadas para este estudio son las de origen. No se tuvieron en cuenta las alteraciones realizadas en forma posterior.

Se observaron diferentes marcos de referencia que, dentro de escalas disímiles, los inscribieron en áreas de estudio heterogé-neas. De este modo, se relacionaron con teorías y aportes con-temporáneos a su gestación, lo que ayudó a entender los proce-sos de producción llevados a cabo en el pasado.

Estas reflexiones se asumieron como resultados provisorios con formatos teóricos que fueron sustituyendo la presencia misma de las obras, transformándolas, enriqueciéndolas. Tal como Va-ttimo afirmaba:

si bien tal vez pudiera parecer vacío de contenido, el debate me-todológico, que ocupa un tan considerable espacio de las ciencias humanas de hoy, constituye para ellas un momento no sólo instru-mental o preliminar, sino central o substancial: contribuye, por lo menos, a desdogmatizarlas, a que se vuelvan fábulas conscientes de ser tales.7

Respecto a lo cual Nietzsche sostenía que no «existen hechos, solo interpretaciones y toda interpretación interpreta otra in-terpretación», lo que se puede conjugar, a su vez, con lo que afir-maba Derrida acerca de que nunca hubo una primera vez.

7 VATTIMO, Gianni, La sociedad transparente, Barcelona, Paidós, 1990, pág. 108.

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Son conclusiones parciales que propician nuevas fábulas. Tal como Klossowski enunciaba: «el mundo se vuelve fábula, el mundo tal cual es, solo es una fábula».8 El mundo es algo que se cuenta y que no existe sino en el ámbito del relato. Por lo tanto, el mundo parecería ser algo que puede ser contado y, por eso, solo una interpretación donde la religión, el arte, la historia son otras variantes de la misma fábula.

Al compaginar los resultados obtenidos del análisis de las dife-rentes variables, se plantearon algunas posibles respuestas al problema bajo estudio, resultados sin certezas que solo suponen ser el diseño de una consecuencia lógica de los hechos estudia-dos. El reconocimiento de múltiples presiones en la conforma-ción del tema investigado motivó un caleidoscopio de encuadres analíticos. Por ejemplo, la fuerte adhesión a las modalidades de inversión de riesgo limitado y con sólida garantía se reflejó en cambios en el modo de vivir.9

Desde un juicio cartesiano, en esta propuesta, al no tener el sen-tido de división científica y fragmentación de laboratorio, al no reconocer textos y contextos privilegiados, puede presumirse la presencia de un caos. Nada más alejado de las intenciones de este trabajo, para el que se trató de hacer en conjunto y en el que se fueron volcando las diferentes reflexiones, todas válidas en la medida que se sustentaran.

Apreciar rasgos que permanecen dentro de la iconografía urba-na equivale a vislumbrar destellos de aquel pasado. En nuestras lecturas, esos rasgos son metáforas de las ideas que quizás les

8 KLOSSOWSKI, Pierre, Un Si Funeste Désir, Paris, Gallimard, 1963, pág. 193, citado en SCAVINO, Dardo, La filosofía actual: pensar sin certezas, Buenos Aires, Paidós, 1999, pág. 37.

9 DE GREGORIO, Roberto H., MOLINÉ, Aníbal J. et al., Cuando la modernidad irrumpió en Rosario, Hernández Larguía y Newton, Rosario, 2013.

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hayan dado origen.10 ¿Es una combinación de perspectivas11 o es algo más? Si estamos de acuerdo en que no se puede actuar sin otro que comprenda, se establece la necesidad de comunicarse. En ese puente, no hay una experiencia en el mundo que no im-plique un juego de lenguaje, donde hay quien habla y quien es-cucha, donde se deben respetar ciertas reglas. El considerar los diferentes aportes y reflexiones que hicieron al entendimiento de lo planteado permitió dibujar una trama en la que se percibió la formulación de nuevos caminos.

Este trabajo fue una construcción abierta,12 fácilmente conecta-ble en todas las direcciones, a la que cada integrante concurrió con presupuestos condicionados, a su vez, por sus propias cir-cunstancias. En definitiva, se asumió que ya no se dispone sino de interpretaciones que se incorporan en una relación comple-mentaria tanto en los procesos de cotidianidad de lo estudiado como en los de sus propios pasados, por lo que se trata de des-cubrir o ubicar en ellas planteos del pasado entendidos desde nuestro presente.

Cabe señalar que el presente ensayo se desprende del progra-ma «Fenómenos edilicios relacionados con claves de la diná-mica urbana 1900-1950», desarrollado dentro del proyecto B,

10 BOLLINI, Horacio, La imagen secreta: Ideas y mitos a través del arte, Buenos Ai-res, Corregidor, 2007.

11 GRINBERG León y GRINBERG, Rebeca, Identidad y cambio, Buenos Aires, Edi-ciones Kargieman, 1971.

12 Tal como afirman Deleuze y Guattari: «El mapa no reproduce un inconsciente cerrado sobre mismo, lo construye. Contribuye a la conexión de los campos, al desbloqueo de los cuerpos sin órganos, a su máxima apertura en un plan de con-sistencia. [...] El mapa es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmon-table, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciado por un individuo, un grupo, una formación social» (DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix, Mil mesetas, Valencia, Pre-textos, págs. 17-18).

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«Protagonismo de los edificios derenta como destacados artí-fices del cambio. Escenario urbano de Rosario 1907-1948».13 /

13 El programa responde a la iniciativa de formalizar el crecimiento institucional de la Facultad de Arquitectura, Universidad Católica de Santa Fe, Sede Rosario. Actividad que fortalece la investigación científica del claustro e intenta enrique-cer con su aporte saberes referidos a la enseñanza universitaria. Cabe señalar la estrecha relación de la presente investigación con el proyecto designado dentro del programa como A, «Protagonismo de los conjuntos de vivienda en baja altura y en contacto con el suelo en el proceso de cambio del escenario urbano de Ro-sario Período 1925 -1950».

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En la primera fotografía, puede apreciarse la vida contem-poránea que se cobija en esa esquina rosarina. Edificios centenarios que conviven con paseantes que visten ropas actuales, un conjunto de mesas que esperan clientes que las ocu-pen y transeúntes que pueden ver y ser vistos mientras recorren el paseo peatonal de calle Córdoba, ya sea en dirección oeste, hacia la plaza Pringles, o en dirección este, hacia Entre Ríos (fle-cha 1).

La segunda imagen nos hace retroceder a la década de 1960. Nos presenta un instante diferente rescatado de la misma arte-ria, la que, a solo pocos pasos hacia el este, casi llegando a la in-tersección de Córdoba con Sarmiento (todavía sin peatonalizar en forma definitiva), era el punto de encuentro favorito de los rosarinos (flecha 2).

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Si retrocedemos aún más en el tiempo, hacia principios del si-glo XX, es posible observar la esquina de las calles San Lorenzo y Sarmiento. Los coches a caballo se mezclan con las vías del tran-vía en un conjunto de casas bajas o de un piso de alto (flecha 3).

Otra vía de contacto con aquellas realidades son las colecciones de tarjetas postales que abarcan todo el período aquí estudiado, desde el edificio Bola de Nieve hasta los emprendimientos de De Lorenzi en el bulevar Oroño. Gracias a estas imágenes, podemos apreciar los casos analizados y su inserción en el medio, la ciu-dad de aquel entonces.

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Las tarjetas postales a las que nos referimos empezaron a circu-lar hacia fines del siglo XIX. En un lado tenían una imagen de la ciudad y del otro, un espacio para colocar la dirección, la estam-pilla del costo de envío y un espacio para escribir algunas líneas. Estas postales eran editadas por empresas privadas, tenían un formato de 9 x 14 cm e ilustraban, mediante un dibujo o foto-grafía, ciertos espacios representativos de la ciudad. Se vendían en quioscos y en hoteles céntricos. Gracias a su bajo costo de franqueo, casi la mitad de una carta normal, y al escaso esfuerzo de escritura que requerían, se pusieron de moda. No se utiliza-ba sobre, lo que indica que la privacidad de los mensajes no era importante.

¿Por qué para las tarjetas postales elegían esos edificios como imágenes representativas de la ciudad? Seguramente, cada ciu-dadano dispone de una imagen de su ciudad. La construye de manera personal, reconociendo la realidad de su entorno. Su percepción es el lazo de unión entre su propia imagen y la rea-lidad construida, que existe en tanto es palpable y llamamos

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«ciudad». Estas apreciaciones subjetivas son construcciones mentales que emergen de la observación reiterada. Provienen de procesos de aceptación y consideración de ciertos datos y eli-minación u olvido de otros. Son recortes donde cada uno rearma y compone una visión que, a su vez, se va modificando a medida que transcurre la vida, es decir, el tiempo.

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Si los sentidos son el puente de contacto en la construcción de relaciones, ¿cómo habrán percibido Rosario quienes nos antece-dieron? Los olores, como los de la presencia de animales en la cercanía, del cuero usado en las tapicerías de los coches, de la combustión de los gases; los sonidos, como el ruido de las boci-nas, el voceo de un diariero, las conversaciones en otros idiomas, producto de una ciudad donde casi la mitad de los habitantes eran extranjeros que habían hecho suya a esta ciudad.14

«Sin actor no hay acción», los actores están siempre presentes. En toda escena se presiente el dominio de un actor, el problema es no equivocarse de personaje, tal como afirmaba François-Xavier Guerra.15

Puede identificarse a los protagonistas que se movían dentro del espacio de aquella ciudad como la elite y las clases populares. Al efecto, en su trabajo titulado «La formación de una elite de nota-bles»,16 la profesora Alicia Megías expresa que se pueden recon-ocer unos y otros afinando la mirada sobre sus sutiles y complejos mecanismos de diferenciación y constitución de sujetos socia-les, sobre las redes de relaciones que vincularon a habitantes y

14 El Primer censo municipal de población con datos sobre la edificación, comercio e industria de la ciudad de Rosario de Santa Fe, realizado el 19 de octubre de 1900, bajo la administración del señor Luis Lamas, documentaba que: «Producida la corriente inmigratoria que tan felices resultados dio, en el sentido de un progre-so real y rápido, afluyeron los capitales extranjeros, más audaces en la iniciativa y más seguros en la acción» (impreso por Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1902, pág. 219). Entre 1900 y 1906, la población pasó, según indican los censos muni-cipales, de 112 000 a 153 800 habitantes.

15 GUERRA, Francois-Xavier, «Hacia una nueva historia política. Actores so-ciales y actores políticos», Anuario IHES, IV Tandil, 1989 pág. 244, citado en DE GREGORIO, Roberto, La casa criolla: popularmente llamada la casa chorizo, Bue-nos Aires, Nobuko, 2006, pág. 21.

16 MEGÍAS, Alicia, La formación de una elite de notables-dirigentes Rosario, 1860- 1890, Buenos Aires, Biblos, Fundación Simón Rodríguez, 1996, pág. 18, citada en DE GREGORIO, Roberto, La casa criolla, llamada popularmente la casa chorizo, Buenos Aires, Nobuko, 2006, pág. 21.

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ciudadanos, a dirigentes y dirigidos, sobre prácticas y comporta-mientos, en definitiva, sobre la dinámica de la sociedad rosarina.17

Cada individuo tiene sus propias sensaciones, que son la base intangible de su historia. Como Marc Augé sostenía,18

Es entonces cuando nos damos cuenta que su materialización coincide con la respuesta a una pregunta nuestra. Se produce pues, una común unión entre el hombre y la ciudad. El habitante encuentra el lazo umbilical que le conecta a la ciudad, el hilo que enlaza los elementos secretos de su ciudad, la norma interna, el discurso que la dirige; descubriendo el acertijo de su ciudad, que escondía un deseo o un temor: la verdadera ciudad. Cada hombre, cada individuo ha podido vivir su propia historia en el corazón de la ciudad. A lo largo de sus itinerarios, de sus paseos...

Aquellos sujetos hicieron su ciudad, y ella los contuvo e identifi-có. Cada uno tuvo una parte de la visión colectiva que los reunía. Asimismo, si la ciudad es un conjunto de lugares, también podría ser un conjunto de historias.19 Esos rosarinos, como lectores, irían leyendo en su itinerario cotidiano la escritura de la ciudad, pero verían lo que creerían que estaba escrito. Tal como Kevin Lynch planteaba: «En cada instante hay más de lo que la vista puede ver, más de lo que el oído puede oír, un escenario o un pa-norama que aguarda ser explorado».20

En el interior de ese banco fotografiado, en la esquina de San-ta Fe y San Martín, habría decenas de empleados preparando sus puestos de trabajo para poder realizar las tareas de aquella

17 DE GREGORIO, Roberto, La casa criolla, llamada popularmente la casa chorizo, Buenos Aires, Nobuko, 2006, pág. 21

18 AUGÉ, Marc, «Lugares y no-lugares de la ciudad», en MADERUELO, Javier (dir.), Desde la ciudad. Actas del IV Congreso Arte y Naturaleza, Huesca, Diputación de Huesca, 1999, pág. 240.

19 BELPOLITI, Marco, «Un ojo en las ramas», en CALVO MONTORO, María José (coord.), Ítalo Calvino: Nuevas Visiones, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1997, pág. 40

20 LYNCH, Kevin, La imagen de la ciudad, Buenos Aires, Infinito, 1966, pág. 9.

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