Edad de Oportunidad

Una Guía Bíblica para Educar a los Adolescentes

Paul David Tripp
Cover Edad de Oportunidad

Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org

ISBN 978-1-928980-56-8

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por P&R Publishing, P.O. Box 817, Phillipsburg, New Jersey, 08865-0817, para traducir e imprimir este libro, Age of Opportunity.

© 1997, 2001, por Paul David Tripp, autor. Todos los Derechos Reservados

© 2012, por Publicaciones Faro de Gracia, Traducción al español realizada por Miguel González y Wilbur Madera. Redactada por Cynthia V. Pérez de Canales. Todos los Derechos Reservados.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Impreso en Bogotá, Colombia, 2012

Para Luella
Por veintiséis años has sido
mi mejor amiga, maestra y ejemplo.
De muchas maneras me has enseñado
lo que educar a hijos realmente significa.
Gracias, tu contribución es más grande
de lo que puedas imaginar.

Prefacio

"No podía haber escrito este libro en 1971. De muchas maneras yo era un joven de los que ahora escribo en este libro. Pero más que eso, todavía había mucho trabajo que el Señor tenía que hacer en mi vida a través de la gente que me vio crecer. Sería imposible nombrar a todas las personas que han contribuido a la forma de pensar descrita en este libro. Esta obra representa el ministerio amoroso de muchos pastores, maestros, amigos, líderes de iglesias y familiares quienes han contribuido a mi entendimiento de lo que significa el vivir bíblicamente.

Me gustaría agradecer a algunas personas que han hecho grandes contribuciones a mi vida, mi ministerio y a este libro. Primero mis hijos, Justin (9/76), Ethan (9/78), Nicole (9/81), y Darnay (10/85). Ustedes me han dado la oportunidad de aprender y me han enseñado acerca de lo que realmente significa ser un padre como Dios quiere. Gracias por haberme perdonado una y otra vez. Gracias por ayudarme a ver que los años de la adolescencia son realmente años de gran oportunidad. Gracias por no acusarme de amar más a mi computadora que a ustedes todas esas noches que pasé escribiendo en mi recámara. Finalmente, gracias por permitirme platicar las historias de nuestros problemas familiares. Ellas me permiten darle integridad a este libro.

Tedd, no te imaginas cuantas veces has sido un mentor para mí a lo largo de los años. Casi cada vez que enseño digo tu nombre en una ilustración o en alguna cita de tus discursos. Gracias por animarme a escribir este libro.

Ed, Dave y John (miembros de la facultad de la Fundación Cristiana de Consejería y Educación), gracias por ayudarme a tomar la teología de las Escrituras y aplicarla donde la teoría se pone en práctica. También gracias por su influencia al ministrar juntos.

Sue, no te puedo agradecer lo suficiente por todas las horas de trabajo editorial que simplemente han hecho de esta obra un mejor libro. Aprecio mucho tu habilidad para captar mis pensamientos con claridad y poner en orden las palabras.

Ruth, gracias por quitar tantas horas de transcripción. Tu trabajo me dio el empuje que necesitaba.

Jayne, gracias por comprometerte a hacer que las cosas que habían sido planeadas realmente sucedieran. Este libro es uno de los frutos de ese compromiso.

Mi oración es que este libro dé esperanza, ánimo y discernimiento a miles de padres que están entrando o que están pasando por los años de la adolescencia con sus jóvenes. Que las verdades de la Palabra de Dios hagan, de este tiempo de ansiedad y deseo de solamente sobrevivir, un tiempo de expectativas y oportunidades."

Parte Uno

Quitando los Escombros

Capítulo 1

¿Edad de Oportunidad o Tiempo de Supervivencia?

Está por todos lados a nuestro alrededor – en las comedias de televisión, en las revistas del mostrador del supermercado, en los anaqueles de la librería local, en los programas televisivos y radiales de entrevistas, y por supuesto, aun en un número de libros cristianos sobre la familia. Los padres están temerosos por sus adolescentes. Aun al estar disfrutando los primeros años de la infancia, miran sobre sus hombros con pavor, esperando lo peor, sabiendo que en unos cuantos años este pequeño precioso se convertirá en un monstruo de la noche a la mañana. Han escuchado suficientes historias de padres que han atravesado el valle oscuro de los años de la adolescencia, como para saber los peligros que les aguardan más adelante. Les dicen que esperen lo peor y que estén agradecidos si salen del valle sanos, con sus adolescentes vivos y sus familias intactas.

Recientemente encontré en una conferencia de matrimonios esta perspectiva de los años de la adolescencia. Había sido un gran fin de semana en todos los sentidos. La enseñanza había sido atractiva, persuasiva y edificante. La comida y las instalaciones habían sido espléndidas, y la conferencia se había desarrollado en un local junto al mar. Casi al final del fin de semana, estaba mirando el sol brillando sobre las aguas de la bahía cuando noté a una pareja que estaba sentada cerca. Se veían muy descontentos.

Sentí curiosidad, así que les pregunté si habían disfrutado el fin de semana. Todo ha estado fabuloso, me respondieron. Comenté que no se veían muy felices. La mujer respondió, “tenemos dos adolescentes y tenemos pavor de regresar a casa. ¡Desearíamos que este fin de semana durara para siempre!” El esposo agregó, “Tienes que tener la expectativa de que tu adolescente será rebelde; todos nosotros lo fuimos”. “Simplemente tienes que luchar con eso”. Ella lamentó, “Además, ¡no puedes discutir con las hormonas!”

Me fui con la impresión de que hay algo fundamentalmente equivocado con la manera en la que pensamos acerca de esta época de la vida de nuestros hijos. Algo está mal inherentemente con la epidemia cultural de temor y cinismo con respecto a nuestros adolescentes. Algo está mal cuando la meta más alta de los padres es la supervivencia. Necesitamos considerar esto de nuevo: ¿Es ésta una perspectiva bíblica de este período de la vida de nuestros hijos? ¿Nos conduce esta perspectiva hacia estrategias bíblicas de educación y a una esperanza bíblica?

Necesitamos examinar qué está mal con el cinismo con respecto a los adolescentes que es endémico en nuestra cultura.

Una perspectiva biológica de la adolescencia

A menudo nos referimos a nuestros adolescentes como si fueran nada más que una colección de hormonas furiosas y rebeldes encerradas en una piel en desarrollo. Consideramos que nuestra meta es soportar estas hormonas para que podamos sobrevivir hasta que el adolescente haya cumplido los veinte años. Recientemente, un padre con regocijo me dijo que su hijo había cumplido veinte años, como si hubiera atravesado algún portal mágico del peligro a la seguridad. Me dijo “¡Lo logramos!”

La mentalidad de supervivencia expone la pobreza de esta perspectiva de la adolescencia. Muchos padres que me platican de sus adolescentes, hablan sin esperanza; los consideran como víctimas de hormonas que los llevan a hacer cosas descabelladas. Aunque nunca lo dirían, la teología operativa que se esconde detrás de esta perspectiva es que las verdades de la Escritura, el poder del Evangelio, la comunicación bíblica y una relación piadosa no pueden competir contra los años de la adolescencia. Sí, creemos que la Palabra de Dios es poderosa y efectiva – ¡excepto cuando una pobre alma está tratando de aplicarla a un hijo entre los trece y diecinueve años! Inclusive ahora tenemos una categoría para los muchachos llamada “pre-adolescentes”. Estos son los años cuando las características monstruosas de la adolescencia comienzan a desarrollarse y erigen sus cabezas horribles.

¿Nos sentimos cómodos con la perspectiva de la adolescencia que dice que debido a los cambios biológicos significativos que están ocurriendo en su interior, son esencialmente inalcanzables? ¿Nos sentimos cómodos con una perspectiva hormonal de los adolescentes que los reduce a ser víctimas de las fuerzas biológicas, liberándolos de la responsabilidad de sus propias elecciones y acciones? ¿Realmente deseamos una perspectiva de los adolescentes que nos haga creer que las verdades que dan vida y esperanza a cualquiera que las cree, no pueden alcanzar a un adolescente? No podemos persistir en una fe robusta en el poder del Evangelio si continuamos aceptando el cinismo de nuestra cultura con respecto a los años de la adolescencia.

¿Sacrificio y sufrimiento particulares?

En 2 Timoteo 2:22, Pablo exhorta a Timoteo a huir de las “pasiones [deseos] de la juventud”. Esta frase interesante nos llama a tener balance en la manera en que pensamos acerca de los adolescentes y la manera en la que definimos esta etapa de la vida. Por un lado, la Biblia nos desafía a no ser ingenuos acerca de este período de la vida. Existen deseos que de manera sin igual plagan a los jóvenes, tentaciones que son particularmente poderosas. Esto debe enfrentarse. La Escritura nos encarga que seamos estratégicos, que nos hagamos la pregunta, “¿Cuáles son los deseos malos que aprietan a una persona durante esta fase de la vida?”

Al mismo tiempo usa el adjetivo “juveniles”, porque cada fase de la vida tiene su propio conjunto de tentaciones. Las tentaciones del niño, del joven y del viejo no son idénticas. Las tentaciones de los adolescentes no son de manera particular salvajes y severas. Toda persona en cada época de su vida, si busca agradar a Dios, debe estar vigilante, orar y estar firme, para no caer en la tentación. El adolescente es llamado a guardarse de las tentaciones que son peculiares de la juventud, en tanto que las personas más grandes son llamadas a guardarse de las tentaciones peculiares de esa edad. Cada persona, cualquiera que sea su edad, debe aceptar cada etapa de la batalla como un cristiano viviendo en un mundo caído.

¿Batalla biológica o batalla del corazón?

El pasaje de 2 Timoteo también es útil por la manera en la que localiza y define la batalla de la juventud. Existe una batalla rugiente en las vidas de los jóvenes, pero no es la batalla biológica. Es una batalla intensamente espiritual, una batalla para conquistar el corazón. Esto es precisamente de lo Pablo quiere que seamos conscientes al exhortar a Timoteo a no permitir que su corazón sea controlado por los malos deseos. Esta batalla no es peculiar de los adolescentes. Tiene cierta forma durante los años de adolescencia, pero es la batalla de todo pecador.

La tendencia de todo pecador, sin importar su edad, es capturada muy bien por Pablo en Romanos 1:25, es decir, la tendencia de intercambiar la adoración y servicio al Creador por la adoración y el servicio a las cosas creadas. Sí, está presente en la vida del adolescente que abandona sus convicciones para lograr la aprobación de sus coetáneos, pero está igualmente presente poderosamente en el adulto que sacrifica a la familia y las prioridades espirituales con tal de lograr éxito profesional. La batalla, según Pablo, es una batalla del corazón, y es dramáticamente importante porque lo que controle el corazón dirigirá la vida.

Existen tentaciones importantes del corazón que saludan a los adolescentes, llamándolos a creer que no pueden vivir sin algún aspecto de la creación. Estas voces los llaman a creer que la identidad, el significado y el propósito pueden ser encontrados en la criatura en vez de en el Creador. Estos son conflictos que alteran la vida en los años de la adolescencia. No nos atrevamos a pasarlos por alto debido a nuestros temores orientados a lo biológico y nuestra mentalidad de supervivencia. Debemos creer que Jesús vino para que cada uno de nosotros pudiera ser libre de los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa, para poder servirle a él y sólo a él. Esto también incluye a nuestros adolescentes.

Las batallas de los padres

El tumulto de los años de la adolescencia no sólo se trata de las actitudes y acciones de los adolescentes, sino también de los pensamientos, deseos, actitudes y acciones de los padres. Los años de la adolescencia son difíciles para nosotros porque tienden a hacer evidente lo peor de nosotros. Es en estos años cuando los padres se escuchan a sí mismos diciendo cosas que nunca pensaron que dirían. Los padres se encuentran a si mismos reaccionando con acusaciones, manipulación por medio de la culpa, y ultimátums, respondiendo con un nivel de enojo que nunca pensaron que fuera posible. Es en estos años que los padres batallan con la vergüenza de estar relacionado con el adolescente que alguna vez, cuando era niño, fue la fuente de gran orgullo y gozo.

Es vital para nosotros confesar que la lucha de los años de la adolescencia no es sólo acerca de la biología y la rebelión adolescente. Estos años son difíciles para nosotros porque exponen los malos pensamientos y deseos de nuestro propio corazón. Hay un principio aquí que necesitamos reconocer. Mi madre lo dice así: “Nada hay que salga de un borracho que no estuviera allí desde el principio”. Estos años son difíciles para nosotros porque rasgan la cortina y nos exponen. Es por eso que las pruebas son tan difíciles, no obstante son tan útiles en las manos de Dios. No es que cambiamos radicalmente en un tiempo de prueba. ¡No! Las pruebas exponen lo que siempre hemos sido. Las pruebas desnudan las cosas para las cuales, de otra manera, seríamos ciegos. Así también los años de la adolescencia exponen nuestra auto-justicia, nuestra impaciencia, nuestro espíritu no perdonador, nuestra falta de amor servicial, la debilidad de nuestra fe, y nuestro deseo de comodidad y una vida fácil.

Por qué perdemos las oportunidades

Recientemente estaba sentado en mi oficina con un padre que estaba tan enojado con su hijo que era todo lo que podía hacer para ser civilizado. No podía ver las tremendas necesidades espirituales de su hijo, para las cuales él, particularmente, había sido puesto por Dios para suplirlas. No había dulzura en su relación; ni siquiera había cordialidad. Había un distanciamiento tenso. En cierto punto el padre se puso de pie para hablar a su hijo acerca de su reporte de calificaciones. Caminó hacia la silla de su hijo y poniendo el reporte frente a su cara le dijo, “¡Cómo te atreves a hacerme esto después de todo lo que he hecho por ti!” Para él, las calificaciones malas eran una afrenta personal. No pensaba que esta era la manera en que debían ser las cosas. Estaba enojado con su hijo, pero no por su pecado en contra de Dios. Estaba enojado porque su hijo había quitado cosas de él, que como padre valoraba mucho: su reputación como padre cristiano exitoso, el respeto que pensaba merecer, y la vida más fácil que pensaba lograr teniendo hijos más grandes.

No tenía ninguna actitud de querer ministrar, no percibía la oportunidad que tenía, no estaba buscando ser parte de lo que Dios estaba haciendo en la vida de su hijo. En vez de esto, estaba lleno de la ira descrita en Santiago 4:2: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis”.

El cinismo cultural del que hemos hablado está basado en lo que nosotros pensamos que son los adolescentes y en lo que pensamos que está pasando en ellos. Tendemos a creer que hay poco que podamos hacer para lograr que estos años sean más productivos. En vez de eso, la cultura diría, necesitamos idear estrategias positivas de supervivencia que preserven la sanidad de los padres y la estabilidad del matrimonio, y que, en la medida de lo posible, mantenga al adolescente fuera de peligro causado por él mismo.

Sin embargo, ha sido mi experiencia que cuando los padres comienzan a reconocer, a tomar responsabilidad, a confesar y a arrepentirse de sus propias malas actitudes de su corazón y de las acciones que emanan de él, el resultado es una diferencia notoria en la relación con sus adolescentes y en la manera en la que perciben las luchas de los años de la adolescencia. Cuando vemos con preocupación los inminentes años de la adolescencia, necesitamos ver no sólo a nuestros hijos, sino también a nosotros mismos. Los padres que con humildad están dispuestos a cambiar, se ponen en posición de ser instrumentos de Dios para el cambio.

Una mejor manera

Ya es tiempo que rechacemos venta al por mayor del cinismo de nuestra cultura respecto a la adolescencia. En vez de ser años de luchas sin dirección ni productividad, estos son años de oportunidad sin precedente. Son los años de oro de la educación de los hijos; es cuando comienzas a cosechar todas las semillas que has sembrado en sus vidas; es cuando puedes ayudar a tu adolescente a adoptar internamente la verdad, preparándolo para una vida adulta productiva y que honre a Dios.

Estos son los años de las preguntas penetrantes, los años de discusiones maravillosas que nunca antes fueron posibles. Estos son los años de fracaso y lucha que ponen sobre la mesa el corazón verdadero de los adolescentes. Estos son los años de ministerio diario y de gran oportunidad.

¡Estos no son años para meramente sobrevivir! Deben ser vistos con un sentido de esperanza y misión. Casi cada día trae una nueva oportunidad para entra en la vida de tu adolescente con ayuda, esperanza y verdad. No debemos resignarnos a tener una relación cada vez más distante. Este es un tiempo para relacionarnos con nuestros hijos como nunca antes. Estos son años de gran oportunidad.

De esto trata este libro. Es un libro acerca de oportunidades y esperanzas. Es tiempo de que salgamos del foso del cinismo y el temor para entrar a la luz, examinando el plan de Dios para nosotros al educar a nuestros adolescentes. Este es un libro acerca de actividad, metas y estrategias prácticas. Este es un libro que cree que las verdades de la Escritura se aplican tan poderosamente a los adolescentes como a cualquier otra persona.

Al mismo tiempo, este libro no será ingenuo. Los años de la adolescencia a menudo son años de cataclismo, conflicto, lucha y sufrimiento. Son años de nuevas tentaciones y pruebas. No obstante, estas mismas luchas, conflictos y pruebas son lo que produce tales oportunidades maravillosas para los padres.

Reconociendo los momentos que Dios usa para el cambio

Ya era de noche un martes invernal. Había tenido citas de consejería todo el día y había enseñado por tres horas en la noche. Estaba conduciendo rumbo a casa cerca de las diez de la noche, soñando con una hora más o menos de relajamiento antes de ir a la cama. Silenciosamente esperaba que por alguna razón toda la familia se hubiera ido a dormir a las nueve de la noche. O si estaban despiertos, esperaba que instintivamente supieran que estaba cansado y no quería ser molestado. Pensaba que había servido fielmente a Dios ese día. Con seguridad, Dios estaría de acuerdo de que tenía el derecho de disfrutar un poco la vida. Soñaba con una sala vacía, una coca cola dietética bien fría, el periódico y el control remoto. Estaba totalmente exhausto y tenía el derecho de relajarme. (Pueden notar que me estaba acercando al hogar con una actitud “nada egoísta” para ministrar a mi familia).

Calladamente abrí la puerta con la esperanza vana de que pudiera entrar sin ser notado. Las luces de la sala estaban apagadas y la casa estaba en quietud. Me llené de esperanza. Quizá mis sueños se harían realidad; ¡Un noche de relajamiento! Había puesto tan sólo un pie en la puerta cuando escuché una voz airada. ¡Mi corazón se fue a pique! Quería hacer como si no la hubiera escuchado. Era la voz de Ethan, mi hijo adolescente. Mi decepción pronto se convirtió en enojo. Quería asirlo y decirle, “¿No sabes que tipo de día he tenido? ¿No sabes que tan cansado estoy? Lo último que necesito ahora es lidiar con tus problemas. Vas a tener que resolverlos tú mismo. Deseo que por una vez pienses en alguien aparte de ti mismo. Yo hago y hago las cosas para ti, y este es el agradecimiento que recibo. ¿No puedes dejarme tranquilo ni siquiera una noche?”

Todos estos pensamientos rugieron dentro de mí, pero no dije palabra alguna. Escuché a Ethan derramar su queja. Estaba enojado, como de costumbre, con su hermano mayor. Estaba maldiciendo el hecho de tener un hermano mayor que lo único que parecía hacer era perjudicar su vida. Ya eran más de las diez. El asunto que había iniciado esta cosa era trivial. Tuve la tentación de decirle que madurara y lidiara con ello, pero otro pensamiento me cautivo. Aquí tenía uno de esos momentos inesperados de oportunidad, uno de esos momentos cotidianos ordenados por un Dios soberano y amoroso en el que el corazón de mi hijo estaba siendo expuesto. Este era más que un momento de papá e hijo. Este era el momento de Dios, un momento dinámico de redención en el que Dios estaba continuando la obra de rescate que había comenzado en la vida de mi hijo. La única pregunta en el momento era si yo iba a seguir el plan de Dios o mi propio plan. ¿Creería el evangelio en ese momento, confiando que Dios me daría lo que necesitaba para hacer lo que me llamaba a hacer en la vida de mi hijo?

Le pedí a Ethan que nos sentáramos en la mesa del comedor y me dijera lo que estaba pasando. Estaba lastimado y enojado. Su corazón estaba sobre la mesa. Hablamos de su enojo y estuvo listo para escuchar. Una pelea trivial con su hermano abrió la puerta para discutir cosas que para nada eran triviales. Dios me dio la fortaleza y la paciencia. Llenó mis labios de las palabras correctas. Ethan se vio a sí mismo en nuevas maneras aquella noche y confesó cosas que nunca antes había reconocido.

Era casi la media noche cuando le dije “buenas noches” a Ethan. Nos abrazamos y nos fuimos a dormir. Lo que primero parecía un momento de irritación por un asunto obviamente trivial fue, de hecho, una oportunidad maravillosa de ministerio, ordenado por un Dios de amor. Fue muy claro que Dios no sólo estaba obrando para cambiar a Ethan; él también estaba obrando para cambiarme a mí. El egoísmo de mí corazón fue revelado aquella noche, el mismo egoísmo que causa que los padres prorrumpan en ira hacia sus adolescentes que los necesitan. También fue evidente mi necesidad de Cristo. No había manera de que yo funcionara como su instrumento sin Su fortaleza.

Momentos pequeños, Alto llamamiento

Escogí escribir sobre este momento porque fue uno de momentos notables que no sólo pasan a diario, sino muchas veces en un día. Cada uno de estos momentos está cargado de oportunidades. Hay muchos, muchos más de estos momentos que los momentos dramáticos de la adolescencia – tales como el embarazo, drogas y violencia - que reciben tanta atención. Ninguno de nosotros vive constantemente en los grandes momentos de decisiones significativas; no muchas de éstas en la vida. ¡No! Nosotros vivimos en el mundo de lo increíblemente cotidiano. Es aquí que necesitamos ver a nuestros adolescentes con ojos de oportunidad en vez de que con ojos de pavor y temor.

La discusión por la última pieza de pan, el lloriqueo por no tener nada que ponerse media hora antes de ir a la escuela, el reporte de calificaciones arrugado en el bolsillo del pantalón rumbo hacia la lavadora, la boca torcida al recibir un “no” por parte de los padres, el tercer raspón del carro en un mes, las palabras constantes de descontento, el argumento “todos lo hacen”, y el “soy el único a quien sus padres le hacen . . .” Todo esto debe ser visto como algo más que dificultades que estorban el camino de una vida agradable. Estos son los momentos que Dios da para los padres. Tú eres el agente de Dios que está de guardia. Se te ha dado un llamado increíblemente alto. Eres el instrumento de Dios de ayuda y preparación mientras este hijo da sus pasos finales fuera del hogar para entrar al mundo de Dios. Estos momentos hacen que tu vida valga la pena. Es aquí donde haces una contribución que es infinitamente más valiosa que cualquier logro profesional o financiero.

Reconociendo las oportunidades

Mientras más vivo con mis propios hijos adolescentes, observo a sus compañeros y comparto con otros padres de adolescentes, más me convenzo de que este es un tiempo de oportunidad extrema. Hay asuntos que se ven expuestos en este período de desarrollo delicado, atemorizante, difícil y volátil, que lo hacen estar tan lleno de oportunidades. No es un tiempo para irse al precipicio. No es un tiempo para temer una situación de caos total en el hogar. No es un tiempo para aceptar la famosa “brecha generacional” dictada por la cultura. Este es un tiempo para entrar en la batalla y dirigirte hacia tu adolescente. Es un tiempo para involucramiento, interacción, discusión y una relación con compromiso. No es un tiempo para dejar que un adolescente esconda sus dudas, temores, y fracasos, sino un tiempo de propósito, amor, ánimo, enseñanza, perdón, confesión y aceptación. Es un tiempo maravilloso.

Ahora que estoy escribiendo este libro, mi esposa y yo tenemos tres adolescentes. Nunca antes habíamos tenido más convencimiento de nuestro llamamiento. Hemos reído, llorado, discutido y orado por nuestros adolescentes. Hemos luchado por ellos y con ellos. Hemos visto fracaso y prueba así como oportunidades. No siempre hemos respondido en fe, y hemos tenido que confesar nuestro propio pecado, pero hemos comentado entre nosotros que este es un período maravilloso en la vida de nuestra familia. Estamos tan felices de hacer lo que estamos haciendo. Vemos la gloria de Dios revelada aun en medio de nuestros esfuerzos lánguidos y fe débil.

Existen tres puertas de oportunidad fundamentales por las que todo padre de adolescentes puede entrar. Cada uno de estos problemas se convierte en un medio para ayudar al adolescente a aceptar interiormente las verdades a las que ha sido expuesto por años. Los problemas de la inseguridad, la rebelión y la ampliación del mundo del adolescente en realidad son puertas de oportunidad provistas por Dios por las que los padres pueden tener acceso a los asuntos centrales de la vida de sus adolescentes.

La Inseguridad del adolescente

¡Los adolescentes no son personas seguras! El adolescente que se ve seguro en el desayuno puede fácilmente desmoronarse en la cena. La adolescente que va a la cama pensando que se ve bien, despierta, se ve en el espejo antes del desayuno, y se convence de que su cabeza está demasiado grande en proporción con su cuerpo. El adolescente que está seguro porque piensa que finalmente entiende suficientes reglas como para ser considerado un humano casi normal, se convencerá de que es un fracaso social por un momento embarazoso en una fiesta.

Nuestro hijo Ethan tenía como quince años cuando una tarde entró a la casa visiblemente desanimado. Le pregunté que le pasaba. Me dijo que cada día, la gente se burlaba de él cuando iba o venía de la escuela. Me dijo, “Los veo mirándome, hablando y riéndose”. Fue un período difícil para él. Estaba creciendo rápidamente. Estaba inseguro de él mismo, su cuerpo y su apariencia. Estaba en el periodo entre ser niño y hombre, y proyectaba su inseguridad a todos a su alrededor. Este tiempo de inseguridad física proveyó muchas oportunidades para escucharlo, amarlo, animarlo y hablarle del Evangelio.

Este es un período cuando el adolescente está plagado de preguntas. ¿Quién soy? ¿Me veo bien? ¿Por qué la vida es tan confusa? ¿Alguna vez aprenderé todas las reglas? ¿Qué está bien y qué está mal? ¿Qué le está pasando a mi cuerpo? ¿Qué voy a hacer con mi vida? ¿Seré exitoso o fracasado? ¿En verdad le agrado a la gente? ¿Soy normal? ¿Es normal mi familia? ¿En verdad existe Dios?

El mundo de la apariencia física, el mundo de las relaciones, el mundo de las ideas, el mundo de las responsabilidades, y el mundo del futuro son asuntos que asustan y son inciertos para los adolescentes. Es esta realidad lo que hace que este tiempo sea de tal oportunidad. En medio de estas preguntas, se pueden discutir temas bíblicos importantes, tales como la doctrina de la creación, el temor al hombre, la soberanía de Dios, la naturaleza de la verdad, la identidad en Cristo, la guerra espiritual y la tentación – por mencionar algunos. En el contexto de las inseguridades diarias tenemos una oportunidad de ayudar a los adolescentes a hacer que la teología conceptual se convierta en teología funcional y forjadora de la vida. Cada una de estas preguntas provee una oportunidad para discutir, probar, experimentar, aplicar y adoptar internamente verdades bíblicas importantes.

La rebelión del adolescente

Las historias de rebelión crasa y flagrante son una de las razones por las que los padres temen los años de adolescencia. La peor pesadilla de los padres es el pensamiento de que el niño precioso se convierta en el líder de la pandilla violenta del vecindario. Tenemos que evaluar de nuevo nuestra expectativa de rebelión adolescente automática. Al mismo tiempo, tenemos que reconocer que esta es una edad en la que los hijos empujan los límites, la tentación abunda, y las amistades no siempre fomentan el comportamiento correcto.

Un domingo por la tarde recibimos una de esas llamadas pavorosas. Era una madre de nuestra iglesia diciéndonos que nuestro hijo no había pasado la noche en su casa como pensábamos. Nos dijo que nuestro hijo le había pedido a su hijo que lo encubriera, pero que tuvo remordimiento de consciencia y acudió a su madre por ayuda. Ella nos llamó. Estábamos temerosos y decepcionados. Por un momento nos dejamos llevar pensando lo peor. ¿Cuántas mentiras más había habido? ¿Habíamos vivido con un hijo que no conocíamos? Al mismo tiempo, estabamos profundamente agradecidos por la misericordia rescatadora del Señor. Cuestionamos a nuestro hijo y él confesó. Fue un momento parte aguas para escoger a quién serviría. Salimos del cuarto tan agradecidos de que un evento que esperábamos nunca pasara, en el plan misericordioso de Dios, había ocurrido.

Hay deseos que hacen que el adolescente sea susceptible a la tentación de rebelarse: el deseo de ser un individuo y pensar por sí mismo, el deseo de libertad, el deseo de intentar cosas nuevas, el deseo de desafiar los límites, el deseo de control, el deseo de tomar sus propias decisiones, el deseo de ser diferente, el deseo de encajar en su medio y el deseo de ser aceptado. Todos éstos, al igual que otros tantos deseos que son impulsados por la autonomía y egocentrismo de la naturaleza pecaminosa, con seguridad pueden dirigir al adolescente a la perdición.

Al mismo tiempo, estas luchas de rebelión y sumisión se convierten en el contexto en el que otro conjunto de asuntos bíblicos importantes pueden ser discutidos, aplicados y adoptados interiormente. En estos momentos cruciales de sumisión y rebelión se puede lograr que sean puestas sobre la mesa las verdades bíblicas que tienen que ver con la autoridad, sembrar y cosechar, la naturaleza de la verdad y la falsedad, la sabiduría y necedad, la ley y la gracia, confesión, arrepentimiento, perdón, y la naturaleza y función del corazón. Los padres con ojos hacia la oportunidad tendrán muchas aperturas para tratar asuntos centrales de la fe bíblica en la vida de sus adolescentes.

La ampliación del mundo del adolescente

La repentina explosión del mundo del adolescente es una de las cosas que asustan a los padres y una fuente de inseguridad para los adolescentes. De la noche a la mañana, parece como si el mundo se engrandeciera. El niño o niña que jugaba horas en el columpio del patio ahora conduce a millas de distancia a lugares nuevos, experiencias nuevas y amigos nuevos.

Este mundo no siempre es emocionante para el adolescente. Algunas veces asusta y se ve abrumador. Hay momentos en los que el adolescente es avivado con el gozo del descubrimiento, y hay otros momentos cuando es tímido y evasivo. Algunas veces disfruta el ser un adolescente, mientras que otras, parece temeroso de las nuevas expectativas impuestas sobre él.

Su mundo no deja de crecer. Es un mundo de nuevos amigos, nuevos lugares, nuevas oportunidades y responsabilidades, nuevos pensamientos, nuevos planes, nuevas libertades, nuevas tentaciones, nuevos sentimientos, nuevas experiencias y nuevos descubrimientos. Todos los goces e inseguridades de este mundo creciente proveen oportunidades para ayudar a tu adolescente a entender realmente y a adoptar internamente verdades fundamentales. Éstas incluyen la soberanía y providencia de Dios, la ayuda constante de Dios, la naturaleza de las relaciones bíblicas, la guerra espiritual, la disciplina, el dominio propio, el contentamiento, la fidelidad, la integridad, la naturaleza del cuerpo de Cristo, el mundo, la carne y el Diablo, el principio de responsabilidad y estar bajo supervisión, las prioridades bíblicas, el descubrimiento y mayordomía de los dones, y muchas otras verdades y principios bíblicos. ¡Esta es una lista interesante! Pero este mundo que se amplía provee oportunidades maravillosas para que los padres preparen a sus adolescentes para una vida efectiva y productiva en el mundo de Dios.

Rechazando el cinismo

La forma de comenzar a edificar un entendimiento bíblico de la educación de los adolescentes es rechazar el cinismo oscuro de nuestra cultura. ¡Sí! los años de la adolescencia son años de cambio, inseguridad y tumulto, no obstante estas son las mismas cosas que Dios usa para traer la verdad para iluminar los ojos de nuestros hijos. Si es que vamos a ser sus instrumentos, debemos lidiar con nuestra propia idolatría y traer una fe bíblica robusta a cada momento escabroso, una fe que cree que Dios rige sobre todas las cosas para nuestro bien, que El es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, que está obrando en cada situación para lograr su propósito redentor, y que su Palabra es poderosa, activa y eficaz.

No queremos ser llevados a los fosos de supervivencia por la inseguridad, rebelión y ampliación del mundo del adolescente. En vez de eso, queremos tomar el llamado que Pablo hizo a Timoteo como el plan de Dios para nuestro trabajo con nuestros adolescentes. “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2). Queremos acercarnos a estos años importantes con esperanza; no esperanza en nuestros adolescentes o en nosotros mismos, sino esperanza en Dios quién es capaz de hacer más de lo que podamos esperar o pedir al estar aprovechando las oportunidades que El pone en nuestro camino. Queremos acercarnos a estos años con un sentido de propósito y llamamiento.

Cuando la gente te pregunte a qué te dedicas, responde, “Soy padre o madre de un adolescente. Es el trabajo más importante que he tenido. Todo lo demás es secundario.” Luego di, “¡Nunca he tenido un trabajo más emocionante! Nunca he tenido un trabajo tan lleno de oportunidades. Cada día soy necesario. Todos los días hago cosas que son importantes, valiosas y duraderas. ¡No dejaría este trabajo por nada del mundo!”

Capítulo 2

¿Cuáles son los Ídolos que Están Estorbando?

Si es que vamos a ser efectivos para Cristo en las vidas de nuestros adolescentes, es importante ser honestos acerca de nuestros propios ídolos – los lugares en los que nosotros tendemos a intercambiar la adoración y servicio del Creador por la adoración y el servicio de las cosas creadas., Muy a menudo, cuando buscamos entender las luchas de la adolescencia, sólo vemos al adolescente y sus problemas. En realidad, es tiempo que demos una mirada al interior y nos preguntemos, “¿Qué rige realmente nuestros corazones?” Ahora bien, seguramente, todo padre cristiano daría espontáneamente la respuesta teológica correcta. Somos hijos de Dios. Él es quien rige nuestros corazones. ¿O no es así? Esto no se trata de dar una afirmación teológica, sino de hablar de nuestra adoración de todos los días. A la hora de la hora – en la recámara, la sala, la cocina y los pasillos de la vida - ¿qué controla realmente nuestros corazones?

Comienza con tu corazón

Es una pérdida de tiempo para nosotros como padres pensar acerca de estrategias de educación para nuestros adolescentes sin antes examinarnos primero. Si nuestros corazones están controlados por algo distinto a Dios, no veremos como oportunidades las oportunidades de oro de los años de adolescencia. En vez de eso, serán un torrente continuo de conflictos irritantes traídos por una persona increíblemente egocéntrica que no es niño ni adulto, pero que tiene la horrorosa habilidad de volver caóticos aun los momentos más importantes de nuestras vidas. El cinismo de nuestra cultura hacia los adolescentes no sólo revela algo que son los adolescentes, sino también revela lo que nosotros como padres estamos sirviendo. Nuestros corazones nos ciegan a las oportunidades a nuestro alrededor durante los años de la adolescencia.

Hay un principio importante que se enseña por toda la Escritura, pero que se enuncia más claramente en Ezequiel 14:4: “Así ha dicho Jehová el Señor: Cualquier hombre de la casa de Israel que hubiere puesto sus ídolos en su corazón, y establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro, y viniere al profeta, yo Jehová responderé al que viniere conforme a la multitud de sus ídolos”.

Permítanme decir este pasaje con mis propias palabras. Los líderes de Israel han venido a Dios para escuchar su palabra para ellos, pero al venir, Dios reconoce que sus corazones han sido capturados por los ídolos. Así que, Dios dice, “Puesto que hay ídolos en sus corazones, la única cosa en la que estoy interesado en hablar es acerca de su idolatría”. ¿Por qué? Hay una pequeña frase que nos da la clave. Dios dice que cuando una persona pone un ídolo en su corazón, también establece “el tropiezo de su maldad delante de su rostro”. El principio revelado aquí es el principio de la influencia ineludible. Aquello que controla mi corazón, controlará mi vida. Un ídolo de mi corazón siempre pondrá un tropiezo delante de mi rostro.