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Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© Iliana Hernández García

 Raúl Niño Bernal

 Jaime Hernández-García

Primera edición: diciembre de 2018

Bogotá, D. C.

ISBN: 978-958-781-275-6

Hecho en Colombia

Made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301

Edificio Lutaima

Teléfono: 3208320 ext. 4752

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Bogotá, D. C.

Corrección de estilo:

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Montaje de cubierta y diagramación:

Marcela Godoy

Impresión:

Javegraf

Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

Hernández García, Iliana, 1967-, autora

 Ecopolítica de los paisajes artificiales / Iliana Hernández García, Raúl Niño Bernal, Jaime Hernández-García. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018.

 ISBN : 978-958-781-275-6

 1. Paisajes artificiales. 2. Ecología política. 3. Vida artificial. 4. Arquitectura del paisaje. 5. Estética contemporánea. 5. Hábitat (Ecología). I. Niño Bernal, Raúl, 1960-, autor. II. Hernández-García, Jaime, autor. III. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Arquitectura y Diseño. Departamento de Estética

CDD 712 edición 21

Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

inp 30 / 10 / 2018

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

CONTENIDO

Introducción

Biosferas de información

Ecopolítica

Metaheurística del conocer y el vivir

Expedición a la Tierra

Epistemología de los principios ecológicos

Poética en la ecopolítica

Ecología social y mental

Las ecologías artificiales: un proceso termodinámico

Transformaciones simbióticas

Vida microbiana alternativa en la Tierra

Complejidad de los paisajes a escala micro

Ecologías del arte y tecnologías convergentes y disruptivas

Intersecciones biotecnológicas entre la vida y el arte

Evolución abierta y estética de lo imposible

La tecnociencia en la condición humana y la comunicación interespecies

Teoría abierta de la ecopolítica de lo artificial

Creatividad creciente y ecologías artificiales

Biología y procesos en la era posgenómica

Sistemas alterorganizados del bioarte

Invenciones ecopolíticas frente al crecimiento económico

Caminos bifurcados del futuro

Computación, información y cambios sociales

Mundos posibles y cambios a partir de la conciencia

Perspectivas de los paisajes artificiales informales: ecopolítica y poshumanismo

Paisajes artificiales informales

Autoproducción y coproducción del espacio

Construyendo espacio en Latinoamérica a través de la acción ciudadana

Paisajes informales y transformaciones del espacio público productivo

Conclusiones

Referencias

Los autores

INTRODUCCIÓN

Este libro es resultado de la investigación asociada al proyecto Ecopolítica de los paisajes artificiales del grupo de investigación en Estética, nuevas tecnologías y habitabilidad del Departamento de Estética de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana. El propósito del libro es producir una teoría acerca de la ecopolítica y de los paisajes artificiales, a nivel tanto epistemológico como conceptual. Entre los principales aspectos de estos dos conceptos, se puede decir que la exploración ecopolítica interrelaciona procesos enfocados en nuevas ecologías artificiales en las cuales se promueve el reconocimiento de diversas formas de vida, incluyendo el de la profusión del silicio. Desde este ángulo, también se incorpora la condición y emergencia de los paisajes artificiales que se configuran en los entornos habitables, por una inclusión adaptativa de la vida artificial a través de dispositivos y sistemas computacionales.

Proponer ecologías informacionales pasa necesariamente por la reflexión acerca de lo poshumano. En el propósito de analizar e intentar ver cómo el estudio de las subjetividades ligadas exclusivamente a lo humano ha puesto una limitación, que impide divisar lo no humano como un mundo posible y, por tanto, autónomo. Es necesaria entonces una ampliación de dicho campo, ahora hacia lo intersubjetivo y en relación con lo poshumano, especialmente en articulación con aquello que nos pueden decir la vida micro y la vida artificial. Tiempo atrás han quedado las formas garantes de verdad ligadas a los estándares de la belleza o la verdad, frente a los cuales es trivial establecer contrastaciones. Más interesante aún será el campo de la estética de lo posible y de lo imposible y ver cómo se desprende de ella el conjunto de biosferas de información que configuran las ecologías artificiales. Estas últimas emergen en relación directa con aquello que se hace posible y que se encuentra en el lugar de lo impensado o por fuera de la lógica clásica o binaria.

En las investigaciones recientes, surge el nombre de Rosi Braidotti (2015), teórica de lo poshumano, que en particular trata el tema de las ecologías filosóficas. Es en este ámbito donde queremos plantear una apertura de la estética hacia una relación con la ecología de lo artificial. Una visión posantropocéntrica indica, entonces, la conveniencia de rebasar las condiciones vitruvianas, que excluyen otras formas de vida, como la vida no humana y las tecnologías vivas en general. Según Nietzsche, existe un conflicto entre humanidad e inhumanidad, lo cual implica una conexión o puente entre el animal y el superhombre. Es decir que, de alguna manera, nosotros nunca hemos sido humanos y por ello estamos permanentemente en ausencia o búsqueda de lo otro, de lo animal o de lo tecnológico. Siguiendo a Nietzsche, lo humano es un constructo en conflicto, entre lo animal del ser humano y lo superhumano que se sitúa más allá de las facultades humanas, pero que solo el ser humano puede aproximarse a entender. El hombre es así un ser inacabado. En este punto, nos adherimos a la idea de fracaso del humanismo que plantea Nietzsche (1933), cuando se pregunta cuál es el estatuto biopolítico del hombre. En este punto surge el poshumanismo, a partir de –pero en distancia con– algunos elementos identificados en el pensamiento de Foucault (2000), tales como el concepto de biopolítica presente en sus últimos textos.

Sloterdijk (2009), por su parte, plantea que el humanismo es la domesticación de la humanidad. Hace una crítica del pensamiento humanista, argumentando que somos seres condenados a la fuga hacia delante, somos seres en producción y en autoproducción, y no solamente animales domados. En ese sentido, entonces, de alguna manera Sloterdijk, quizás sin quererlo, nos abre una posibilidad. Si somos una deriva biotecnológica basada en nanotecnología, en computación digital, en el genoma, es decir, si no somos solamente animales, entonces somos una cosa más, debido a ese excedente de producción que tenemos, por esa capacidad de autoproducirnos y por las tecnologías y ciencias que creamos a partir de ello. Con lo cual la pregunta que surge es si es posible pensar una política de la especie o una política de la cohabitabilidad (Hernández, 2016a) entre humanos y otros seres. El objetivo es, entonces, superar el dualismo natural/artificial, el dualismo hombre/otras especies; es decir, se trata de alejarnos, en realidad, de muchos de los dualismos y dicotomías. En este sentido, podríamos llegar a ser capaces de ampliar las posibilidades de vida, de generar una política de la especie ciertamente abierta que potencie otras formas de vida.

El problema lo dicta la dicotomía que aún se mantiene entre lo natural y lo artificial. Por otro lado, tenemos la oportunidad de un poshumanismo pluralista de inclusión que permite pensar al ser humano fuera de la representación clásica y dominante. Sin embargo, más allá de ello, el problema reside en la defensa de las posibilidades de la vida que podría encontrar su punto de inflexión en el conocimiento y la tecnología. De acuerdo con lo anterior, podríamos tener nuevas experiencias que nos den mayores grados de libertad, por ejemplo, a través del despliegue de organismos artificiales en evolución y donde lo artificial incluya lo natural.

Isabelle Stengers propone un conjunto de subjetividades no humanas, específicamente relacionadas con las demás especies vivas (Prigogine y Stengers, 1997). A lo cual agregamos que dichas especies forman un conjunto incierto y abierto, pues no sabemos cuántas y cuáles existen o pueden estar apareciendo. El concepto de protosubjetividad viene ligado al de cosmopolítica en Stengers, pues permite percibir intencionalidad, creatividad, deseo, elecciones en otras formas vivientes, y ello sin tener que contrastarlo con la subjetividad humana racional unificada. El prefijo proto indica “antes de” o, en este caso, una alteridad, una forma otra de algo, una subjetividad diferente, anterior a lo que lo humano había construido como tal, que no se determina por el contenido previo y, en cambio, plantea una novedad. Un ejemplo de ello lo constituyen los ecosistemas de vida artificial.

El concepto de cosmopolítica de Stengers (2010) hace presente que nos encontramos en una vida en la cual estamos altamente relacionados, y si bien no hemos logrado una articulación que permita una idea de conjunto, sí estamos impelidos a lograrlo para la supervivencia. En el término cosmopolítica se articulan irónicamente dos ideas: la del cosmos, como un lugar pensado, inacabado, no definido, lo más cercano a un mundo posible o imposible, sin una tradición única o específica, que en Stengers se trata de un mundo hacia adelante, digamos no conocido y por construir; y la de política, que remite a una tradición ligada a la modernidad, la cual requiere de distancia y reconstrucción, especialmente en un ámbito exocéntrico, desligado de lo humano, como única opción de construcción.

Así, unir los dos términos presenta el desafío de lograr unas políticas indeterminadas a partir de y en relación con un cosmos que deviene permanentemente y que por naturaleza no está centrado en lo humano o en el pasado. En él confluyen los diversos mundos conocidos o por conocer, es decir que implica los futuros y también las formas de vida no humanas, incluyendo las otras especies vivas y los procesos tecnológicos ligados a la vida artificial. En la perspectiva de Stengers (2010), se trata de desmontar la idea de una política universal y de articular el término con la divergencia y la ruptura, que ocurre no solamente por causa de las distintas existencias culturales humanas, sino especialmente gracias a la naturaleza y las posnaturalezas emergentes.

En relación con ello, consideramos aportar a una teoría sobre la ecopolítica de los paisajes artificiales, que deviene de su relación con las ecologías bioinformacionales y la ampliación de las categorías de lo artificial y lo habitable. Estos ecosistemas artificiales, donde no todos son humanos ni tampoco animales, están constituidos por mundos de información computacional producidos en vida artificial (Boden, 1996; Maldonado, 2005). Dichos paisajes de información se experimentan como entornos habitables a través de la percepción, la inmersión y la cognición.

Las ecologías bioinformacionales son aquellas ligadas a los procesos inspirados en los comportamientos de lo vivo, pero no se producen exclusivamente con materiales orgánicos, lo cual genera un conjunto de entornos artificiales. En ello, el interés radica en la dimensión cognitiva y creativa que surge de esa relación entre materia, energía y, por supuesto, información. Estas ecologías se han venido formando a partir de interacciones, de las cuales emergen poéticas de vida que incluyen aperturas políticas hacia la biología de lo posible. Intentamos imaginar cómo es posible que surjan nuevas formas de vida a partir no solamente del conocimiento, sino de la interacción que ocurre en los horizontes de lo imposible.

Los ecosistemas artificiales hacen posibles diversas biosferas de información, las cuales pueden ser estudiadas a partir de comportamientos emergentes, entendidos como ecologías bioinformacionales. Estas han logrado proponer otras condiciones para lo social a partir de lo artificial, ligadas a la incertidumbre. Dicho aspecto ha sido muy poco explorado, pues una gran parte de las investigaciones producen teorías sobre ecologías centradas en visiones naturalistas y/o antropocéntricas de la relación con lo vivo, en una óptica que excluye lo artificial, lo cual constituye una visión determinista y lineal, distanciada de las bifurcaciones del devenir. Por otra parte, queremos ampliar las visiones sobre la ecología al incluir procesos de posnaturaleza que trascienden la dicotomía entre cultura y naturaleza, pero que incluyan la ciencia y tecnología.

Como la perspectiva busca comprender otra forma de la relación ecopolítica entre distintos entornos y habitantes de naturaleza híbrida y artificial, es necesario redimensionar las condiciones políticas para cuestionar la domesticación realizada por el antropoceno o era de lo humano. Por ello consideramos importante aportar a la comprensión y producción de dicha relación, desde el campo de frontera de la estética de lo posible (Hernández, 2016a) en la cual se construyen conceptualmente las diversas características ecopolíticas de los entornos artificiales, a través de su cualidad social y habitable, ligada como está a lo bioinformacional. Los entonos artificiales, al ser leídos como ecosistemas de vida artificial, expresan dimensiones aún por conocer, acerca de los procesos y posibilidades de evolución no lineal, es decir, proceden a la vez de forma incierta, robusta y flexible.

Los paisajes artificiales son también archivos constitutivos del devenir de la Tierra como uno entre muchos de los ecosistemas iniciales de la vida biológica, cuya base es el carbono. Existen otros ecosistemas que permanentemente se descubren aquí mismo en la Tierra, en otros lugares del universo o pueden ser imaginados en mundos virtuales. Muchos de ellos están hechos de otros materiales, como el silicio o el grafeno, y otros nacen de procesos de biología en laboratorio. El problema de investigación se plantea como la relación entre las ecologías bioinformacionales y los entornos artificiales, de la que emerge una aproximación ecopolítica, desconocida hasta ahora. Para ello la estética de lo posible ofrece opciones de conexión poética con el arte, la ciencia y la tecnología, que avizoran la existencia de nuevos ecosistemas de vida artificial.

En este problema, la habitabilidad de los paisajes artificiales se amplía, para incluir las protosubjetividades de los no humanos en una cognición poshumana. Más allá de la percepción humana, como garante de comprensión, valor y verdad, se hace posible una inmersión como lugar de comunicación interespecies. Asimismo, el interés ya no se encuentra en la interacción humano-máquina, la cual se ocupaba de una comprensión primera de las otras especies por parte de los humanos, sino, en otro nivel, busca imaginar cómo podremos coevolucionar en la incertidumbre y en el conjunto abierto de la vida en sus diversas formas. Esto genera un horizonte indeterminado para los paisajes artificiales, los cuales se hacen visibles de manera autónoma. Estos paisajes de información computacional se producen a partir de la vida artificial y exhiben un comportamiento social de interacción entre diversas especies y formas de vida. La vida artificial no solamente se sitúa en una simbiosis entre la vida natural y lo maquínico, sino en la inclusión de la vida natural dentro de la artificial, y esta última se plantea como esencialmente abierta, para incluir las nuevas formas de vida por venir. De allí que comprendamos como vivos a los seres maquínicos, microscópicos, antes desconocidos, así como también a los ecosistemas artificiales.

Así, se busca comprender cómo pueden ampliarse los paisajes artificiales en una perspectiva del universo poshumano y de la emergencia de rasgos de habitabilidad emergentes en la interacción. Estos paisajes, además de poseer una visualidad, se desenvuelven en un proceso autónomo y se comportan como conjuntos vivos de sistemas sociales en coevolución. El propósito no es observarlos o percibirlos, y en eso conforman un espectro diferente de los paisajes geográficos, urbanos o espaciales. No presentan una evolución progresiva o planeada, sino incierta, adaptable y emergente. Los paisajes artificiales han alcanzado un estadio tal en que es posible construir una teoría cruzada sobre las ecologías, en relación con aspectos como la virtualidad, la tecnología, la ciencia, el arte y las formas de relación con los humanos y no humanos. La distinción entre habitante y paisaje se pierde, de manera que se llega a intercambiar los roles y se permite la hibridación, lo que hace crecer otras posibilidades creativas.

BIOSFERAS DE INFORMACIÓN

El concepto de biosfera tiene su mejor construcción conceptual en Stuart Kauffman (2003) y a partir de él se comprende la idea de biosferas de autoorganización, consistentes en entornos interactivos, abiertos, indeterminados, no limitados, inmersos en procesos de autorreplicación, cocreación y otros comportamientos de lo vivo o cercanos a lo vivo. Así, las biosferas se encuentran en el centro de los procesos orgánicos que conducen a la generación de sistemas vivos, pero también en la producción de entornos artificiales con otros materiales, por ejemplo, ideas, datos, números, objetos, relaciones. De esta forma, encontramos biosferas económicas, urbanas, arquitectónicas, de diseño, de salud, etc. Lo fundamental no es su contenido o en qué soporte están construidas, sino el tipo amplio e indeterminado de interacciones que surgen dentro de ellas y con otras biosferas y el hecho de que exhiben diversas formas de autonomía e imposibilidad de control externo e incluso interno. Por ello se dice que construyen verdaderos ecosistemas de información que, al cabo, podemos denominar biosferas autoorganizadas de información, que lo son también de pensamiento, y como tales expresan creatividad y evolución, de carácter no progresivo ni planeado, pues, muy al contrario, son impredecibles. Diversas ecologías ligadas a la ciencia y la tecnología han sido estudiadas para comprender cómo la ecología se ha ampliado hasta abarcar relaciones maquínicas, distintas de las hasta ahora conocidas en los ámbitos naturales.

En el campo de la ecosofía, Félix Guattari (2000) planteó tres tipos de ecologías que alcanzaron a vislumbrar parcialmente lo que sería el mundo interconectado en redes digitales y de conocimiento y su relación con el pensar. Estas fueron la ecología de las ideas, la ecología social y la ecología del ambiente. La ecología de la mente de Gregory Bateson (1991) plantea, por su parte, un mundo de relación entre los seres, entendidos como conjuntos de ideas, y propone un vínculo entre los entornos y los habitantes a través del conocimiento, con lo cual indicaba que no hay separación entre la naturaleza y la cultura. Y James Watson (1980) propuso una ecología genética, que implicó un cambio de escala y funcionalidad en la relación entre lo vivo, el conocimiento y el entorno. La aparición de la biogenética y sus campos vecinos trajo un descentramiento de la ecología y la llevó más allá de la relación entre individuos y territorios naturales.

Fritjof Capra (1998) perfiló una ecología profunda, en la cual hace una visión cosmológica de la complejidad, que entiende la integración de todos los elementos en una gran trama de vida, donde los seres humanos, la naturaleza y el planeta estamos relacionados sistémicamente y dependemos unos de otros. Su alcance incluye la complejidad como cosmovisión, si bien no tanto como ciencia, en la cual se encuentra el campo de las nano-bio-info-cognociencias y tecnologías (NBICT), esenciales para comprender las ecologías bioinformacionales que surgen para pensar y construir los paisajes artificiales. La ecología política planteada por Bruno Latour (2013) propone al actor red como aquel que toma en cuenta también a los seres de otras especies o con soportes de vida distintos de los del carbono, tales como los mecanorgs, los cíborgs y los entornos de vida artificial y robótica, a los que considera igualmente en calidad de actantes. Dicha inclusión facilita el camino del conocimiento para tejer una relación horizontal entre los sistemas vivos y las sociedades artificiales. Con este enfoque no se privilegia lo humano ni se lo pone en el centro, sino las posibles relaciones inteligentes con el entorno social tanto físico como inmaterial. De ahí que los avances y evoluciones tecnológicas y científicas puedan tener otras posibilidades que no han sido contempladas aún.

Nicolas Bourriaud (2007) propone una ecología estética, en la cual compromete la cualidad de lo relacional como aquello capaz de vincular de manera no lineal y no jerárquica los distintos sistemas sociales, culturales, políticos que participan en las producciones de las artes, en el sentido más abierto posible. Sin embargo, los sistemas científicos-tecnológicos y de conocimiento no han ocupado aún el centro de su propuesta. Este aspecto fue incorporado por Pierre Lévy (2005) en su ecología cognitiva y sirve de fundamento para comprender la inteligencia colectiva distribuida a través de las redes digitales, que son sociales y de conocimiento. Su propuesta elabora ideas esenciales para comprender la importancia del sentido de cocreación de las ideas a distancia, a través de la telecomunicación. Sin embargo, esta perspectiva no incorpora los procesos evolutivos y autónomos, que son ahora la característica fundamental de la ecología de redes (Watts, 2006).

Rosi Braidotti (2015), Donna Haraway (2006) e Isabelle Stengers (2010; Prigogine y Stengers, 1997) han ofrecido visiones ecofilosóficas y ecopolíticas centradas en el feminismo como una forma de poshumanismo, para la comprensión y producción de un mundo otro, ligado a subjetividades y poéticas diferentes de las del hombre vitruviano racional de la Ilustración, las cuales sirven para desanclar un humanismo patriarcal. En el caso de Haraway, se relacionan además con los cíborgs, las especies de compañía y los chimpancés, como ontologías otras que actúan como primeros incluidos. En el caso de Stengers, sus teorías sobre la ecología de la ciencia (Prigogine y Stengers, 1997) y la metamorfosis de los procesos disipativos descubren un mundo de integración entre la física y la biología evolutiva y plantean ecosistemas artificiales que evolucionan en complejidades crecientes. Sus aportes contribuyen ampliamente a la relación entre la ecología política y la ciencia y han sido cercanos a los planteamientos de Latour y de Haraway. En el caso de Braidotti, su planteamiento del nomadismo y el poshumanismo en dos teorías distintas, pero relacionadas, invita a la búsqueda de una subjetividad otra en relación con los estudios de ciencia y tecnología contemporáneos. Sin embargo, dichas opciones no se desarrollan en sus propuestas sobre lo artificial, si bien plantean una visión más amplia en la que se cuestiona la condición humana.

Dichas teorías se conectan con los planteamientos de las ecologías del futuro de Ray Kurzweil (2006), quien propone un conjunto de intersubjetividades y conexiones entre ecosistemas artificiales y sistemas tecnológicos cíborg. Y ya en el plano de las ecologías ligadas a la ciencia y la tecnología, en el biólogo Stuart Kauffman (2003) encontramos una teoría sobre la ecología, entendida como biosfera de información computacional en evolución creciente. El físico Michio Kaku (2016) plantea una ecología subyacente, que existe a escala nano o cuántica y está compuesta de conectomas o redes invisibles de conexión entre las distintas unidades base de la vida y el conocimiento, es decir, entre neuronas, células, genes, chips y redes digitales y electromagnéticas, que conforman un entorno tanto físico como artificial. Y finalmente, en las ecologías de las artes electrónicas, se conceptualiza la relación entre los múltiples paisajes artificiales y los mundos virtuales que se han construido o que han evolucionado con relativa autonomía, desde el inicio de las redes digitales y la interacción mediante interfaces y dispositivos. Hoy día, ya descentradas de la interacción como elemento principal, podrían dar paso a la autonomía y la cocreación de mundos posibles entre seres diferentes, capaces de generar otras ecofilosofías poshumanistas. En Hernández (2013, 2016a), Niño (2012, 2016) y Hernández y Niño (2014) podemos encontrar también avances al respecto.

Ecopolítica

El problema de investigación, ante la necesidad de crear una teoría sobre la ecopolítica de los paisajes artificiales, condujo a relacionar las ecologías bioinformacionales y el concepto de habitabilidad. El primer aporte del concepto de ecopolítica es que su cuerpo epistemológico interrelaciona en conjunto otras formas de vida micro y macro. Por ello los paisajes artificiales dan cuenta de una perspectiva novedosa en la que se amplían las nociones de vida y de ser, hasta designar tanto a los seres biológicos, compuestos de carbono, como a aquellos constituidos por silicio o surgidos in vitro. De tal modo, los paisajes artificiales advierten de un cambio cultural sin precedentes hacia los fenómenos de posproducción y, con ellos, de la emergencia de nuevos esquemas de pensamiento, que van más allá de lo biofísico y lo digital. En tal sentido, estamos proponiendo un distanciamiento con la idea de ecopolítica de matriz económica, para pensar de otra manera dimensiones en las cuales nuestra especie humana crea ciencias, por ser altamente racional, y crea relaciones políticas, por ser altamente creativa, al igual que otras especies. Así, se pueden enmendar situaciones negativas que han perjudicado a otras especies y ecosistemas por causa del expolio, la contaminación, el exceso de consumo, las acumulaciones innecesarias y egoístas, las exclusiones, las discriminaciones, en una la lista muy extensa. Por ahora, es necesario y urgente revisar y replantear las parcas instituciones, muy estáticas, para advertir de transformaciones y evoluciones culturales, de modo que se pueda hablar de un nuevo ecosistema tecnológico.

Este tema va de la mano con el del avance de las biologías de sistemas o de síntesis y el de las tecnologías electrónicas y computacionales, las cuales han configurado el entorno habitual y la cotidianidad de los individuos. Las dimensiones del paisaje en relación con los cambios de época y los procesos ampliamente relacionados con el mundo digital dan cuenta de un cambio sustancial en los entornos habitables, por su respectiva adaptación a nuevos entornos creativos e inteligentes de coexistencia, cuya escala de interacción se ha modificado en los ámbitos de comunicación e interrelación. Esto significa que se han cambiado las topologías del espacio físico y análogo por las del ciberespacio, en lo virtual y en lo digital, que ya se encuentran en los contextos inmediatos de cada uno de nosotros, en un conjunto de dispositivos que pasan por las relaciones del computador, el teléfono celular, la tableta, memorias USB, discos extraíbles, televisión digital, cine digital. Y a ello se suman los cambios en la capacidad de almacenamiento de datos de memoria en la información. Aparatos y máquinas muy diversas llenan el espacio social y cultural actual. Al conjunto anterior lo denominamos paisaje artificial, como nuevo contexto de relaciones e interconexiones con el medio, que se identifican con los factores 4.0.1 A lo anterior se le adicionan los electrodomésticos y demás artefactos con los cuales se acondicionan las fases de habitabilidad social que cada persona o conjunto social configura en su entorno: hornos microondas, lavadoras, neveras, conexión a internet y televisión por cable, vehículo, entre otros, que habitualmente constituyen las dinámicas cotidianas. Esta incursión de aparatos y máquinas ha tenido una fuerte injerencia en el diseño de espacios arquitectónicos, escaparates y muebles y toda una gama de materiales híbridos, como sintéticos, aglomerados, sistemas de ensambles, cuya disponibilidad de información y conocimiento está al alcance y comprensión de las personas. Estos fenómenos productivos y de consumo se relacionan con el paisaje artificial y también con ecologías artificiales, que se imbrican con otros sistemas y formas de vida.

Otros procesos emergentes de las últimas décadas están relacionados con la globalización y los procesos de conexión e interactividad de redes, procesos en los que se destacan nuevas condiciones y variables para el intercambio de conocimiento, la construcción de redes de comercio y los procesos de conectividad, los cuales tensionan con fuerza regiones y comunidades, según las capacidades de innovación, uso de tecnologías, estrategias de negocios y un proceso constante de innovación. Es lo que se visualiza en el diseño de múltiples dispositivos. Sobre esto último en particular, se destaca el papel preponderante de las tecnologías de comunicación y uso de múltiples software, con los cuales se impulsa un nuevo fenómeno productivo ligado a los avances en inteligencia artificial y robótica.

Desconocer o hacer caso omiso de estos cambios impide leer las nuevas ecologías artificiales y su inmersión en los medios contemporáneos del planeta ¡en pleno siglo XXI! La configuración de paisajes artificiales no solamente obedece a la transformación de las lógicas de intercambio global en todos los campos —comercial, de conocimiento e intercultural—, pues se puede señalar una evolución tecnológica que enlaza con una sinapsis bioelectrónica (Niño, 2012), donde los sistemas de información se interconectan de manera sorprendente, entre máquinas y software, con lenguajes y códigos, asimilables en el contexto social. Esta transformación de los aspectos bioinformacionales constituye, sin duda, uno de los elementos clave para pensar los cambios en la ecopolítica, en campos contemporáneos ligados a las permutaciones cognitivas propias de los sistemas de información —relacionadas con las condiciones del software—. Permutaciones que, en conjunto con otras ciencias, se han expandido a campos muy diversos que trascienden los de la biología, la química o la física, como formas tradicionales de conocer. Hoy, se habla de ciencias ómicas,2 de ciencias de la vida y del espacio, además de todo el abanico de ciencias cognitivas y computacionales, en las cuales se involucran los sistemas de pensamiento e inteligencia artificial, como planteaba inicialmente Lévy (2005).

Con lo dicho deseamos hacer justicia a un número grande de pensadores y autores que labraron los fundamentos teóricos que posibilitaron que estos cambios de pensamiento, epistemología y paradigmas tuvieran una bifurcación inesperada, de modo tal que la ecopolítica se puede explicar con base en la ecología política. Y acá vale retomar lo dicho por Latour al respecto:

El término no pretende contraponer la ecología científica a la ecología política; se construye sobre el modelo (aunque en oposición a) la “economía política”, de esta forma se designa, mediante una oposición a la “mala” filosofía de la ecología, la comprensión de las crisis ecológicas que no utilizan ya en absoluto la naturaleza para rendir cuentas de las tareas que se deben llevar acabo. Es el término ideal para designar lo que sucede en la modernidad según la alternativa que dice “modernizarse o hacer ecología”. (2013, pp. 391-392)

A partir de ello, cabe hacer las siguientes preguntas: ¿puede la ecología política situar los nuevos escenarios tecnológicos en los caminos de la incertidumbre social y política y en la disrupción de las tecnologías?, ¿las políticas públicas en las que se insertan las ecologías pueden deslindarse de los ámbitos tecnológicos, que vinculan tanto las tecnologías convergentes como las disruptivas? Estas inquietudes permiten dar cuenta de un resultado de esta investigación, relacionado con el concepto inicial de ecología —planteado por Ernst Haeckel (1834-1919) y referenciado por Lynn Margulis y Dorion Sagan (2009, p. 41)—y con los ecosistemas biológicos, lo que genéricamente engloba en el prefijo bío al conjunto de especies biológicas que nos rodea. Tal situación conceptual permite proponer nuevas relaciones temporales entre los fenómenos artificiales que se configuran en los procesos culturales y evolutivos, por un lado, y la sociedad, por el otro. Esto porque durante más de un siglo los ecosistemas se han relacionado de manera simbiótica con la información, que se transformó precisamente en el campo biológico genético, hereditario o filogenético,3 sustentado en buena medida por los desarrollos computacionales. Estos desarrollos siguen una línea de tiempo tecnológica iniciada por Alan Turing y otros que condujo a los transistores, biochips, conectomas, ondas, procesos cuánticos, sistemas algorítmicos y big data, los cuales en conjunto conforman una nueva versión de ecosistemas. Ante todo, desde hace algún tiempo, el concepto de ecopolítica está asociado, a grandes rasgos, a las acciones ecológicas ligadas al entorno natural y biológico, del cual se ha reconocido su preeminencia en los ámbitos políticos tradicionales. Esto se traduce en acciones y prácticas sociales vinculadas a programas y planes orientados oficialmente.

Con estos precedentes, en el enfoque teórico de la presente obra se postula una nueva idea de ecopolítica como principio que permite reconocer la diversidad de vidas e incluye los ecosistemas biológicos y los ecosistemas que están emergiendo en la cotidianidad y en el entorno de habitabilidad, sin duda, de carácter prácticamente artificial. Lo anterior es un eslabón en la ampliación del bios, que relaciona a la vez los sistemas biológicos y naturales y los artificiales. Ejemplo de ello es el conocimiento que se tiene del planeta por los satélites o las externalidades de investigación que nos ofrecen agencias como la National Aeronautics and Space Administration (NASA), entre otras.

En este sentido, buscamos relacionar un conjunto significativo de procesos en el entorno, a escalas micro y macro, que inducen un cambio procesual y transformador. Se trata de los sistemas artificiales, principalmente in vitro y en silicio, que cohabitan en el paisaje inmediato de nuestras vidas. Para hacer comprensible este fenómeno contemporáneo, hemos designado el proceso como paisajes artificiales, para dar cuenta de esta contemporaneidad a la que asistimos colectivamente, por razones tecnológicas y derivadas de la tensión en los ámbitos del capitalismo y sus redes. Esto ocurre principalmente en los contextos o conjuntos urbanos inmersos en un enjambre de posibilidades tecnológicas y conectividades relacionadas con el software y el hardware, en dispositivos que van desde computadores, tabletas, iPhone, celulares y nuevos sistemas de conectividad, hasta paquetes de datos, wifi, app, y un acceso ilimitado a los campos relacionados con la World Wide Web (www), en diversidad de páginas electrónicas.

Metaheurística del conocer y el vivir

Como lógica de investigación se empleó la metaheurística, para trazar un camino más allá de las disciplinas y de los sistemas lineales, en la producción de conocimiento orientado a la innovación conceptual (Hernández, 2010a, 2010b). La metaheurística (Maldonado, 2005) es un método que sintetiza conceptos de diferentes campos y da la posibilidad de construir un nuevo campo de frontera. Si este sucede, la investigación puede generar caminos aún no recorridos y renovar el conocimiento, con lo cual puede correr las fronteras antes establecidas por las disciplinas. Para lograrlo se procede por rupturas epistemológicas, torsiones topológicas, inestabilidades, cambios y radicalidades conceptuales, con la mira puesta en aspectos epistemológicos y ontológicos. Es decir, se busca producir rupturas en lo conocido que puedan ser plausibles en lógicas no formales. Se trata de un proceso transdisciplinario en el cual se cuestionan las separaciones epistemológicas de las disciplinas, que se realiza fuera de ellas o en sus intersticios, para activar las relaciones y los cruces (Hernández y Niño, 2010).

Puntualmente, el uso de la metaheurística permitió ampliar la comprensión de las sociedades artificiales y sus relaciones ecopolíticas, respecto de la evolución tecnológica en el contexto de la vida artificial. Como la relación meta significa ir más allá, se rebasa el estadio de lo conocido, de los algoritmos sabidos o del conocimiento institucionalizado, ello, en el entorno de las ecologías de ciencia y tecnología. Esta metaheurística forma parte de las ciencias de la complejidad y de las conexiones excepcionales que se construyen con los campos computacionales, en las escalas nano y bío, en una perspectiva que permite orientar el desarrollo del concepto de ecopolítica de los paisajes artificiales, partiendo de la estética de lo posible (Hernández, 2016b) hacia la realización de otras condiciones de vida para las presentes y futuras generaciones.

Por ello, encontrar relaciones entre vivir y crear forma parte de los ecosistemas artificiales. Es lo que Maturana y Varela (1984) llamaban relación entre conocer y vivir, incluso como un acto de supervivencia, donde el conocer es la actividad esencial de los sistemas vivos, un surplus de estos, y no mera actividad de sobreproducción de la cultura humana, como se había identificado. Estos autores argumentaban, además, que la estética es una de las manifestaciones del potencial creativo de los sistemas vivos. Pero la actividad estética creativa no pertenece exclusivamente a la humanidad ni solo a la parte de ella que conforman los artistas, si bien estos ejercen una especificidad social reconocida como humana. De lo que estamos hablando es de una creatividad de envergadura más amplia, cuyos límites superan incluso lo humano y se anclan y evolucionan en los sistemas vivos. Además, la creatividad se propaga entre ellos de forma no homogénea y se multiplica conforme se producen interacciones entre los seres vivos y el medio en que habitan, como respuesta estructural al acto de vivir. De generación en generación se heredan comportamientos y características, con mutaciones y cambios, que construyen un conjunto. Así, los ecosistemas artificiales se conforman en redes abiertas, plurales y sin límite y en sus interacciones no lineales generan especies creativas y se constituyen como organismos con diversidad formal.

La relación que intentamos construir va de los sistemas vivos a los sistemas creativos complejos. Pero ¿cómo es un sistema de estas características?, ¿qué grados de libertad alcanza en su coevolución no lineal y en la interacción con otros?, ¿cómo puede considerarse el anteriormente llamado entorno natural o artificial como un imbricado conjunto de ecosistemas artificiales que actúan igualmente como seres vivos y seres creativos complejos? La vida artificial constituye un entorno cercano a esta condición. Ella es a la vez ecosistema artificial, sistema vivo y sistema creativo complejo, y podemos observarla, estudiarla y, sobre todo, producirla. Una vida abierta, sin límite en su proceso evolutivo, a partir de la cual se trazan horizontes posibles por caminos diferentes. Aquella que solíamos llamar vida natural también exhibe este comportamiento. La creatividad que se observa en el proceso evolutivo de la vida natural se reproduce en la vida artificial y en el conocimiento humano y artificial. Este es un acontecimiento que no podemos ignorar y que construye la mayor de las interacciones entre los demás sistemas vivos y los humanos. Es decir que la manera como la vida produce diversidad de especies y comportamientos, al tiempo que genera robustez con flexibilidad, coincide con aquella que subyace a los procesos creativos de los seres vivos, incluidos los humanos.