Acerca de Robert Aitken

Robert Aitken nació en 1917 en Filadelfia (EE.UU.) y vivió en Hawai desde los 5 años hasta su muerte en 2010. Estudió literatura inglesa e hizo un Master en japonología. Practicó Zen en la línea de Harada-Yasutani Roshi y fue autorizado a enseñarlo en 1974 por Yamada Kôun Roshi, sucesor de Yasutani Roshi, quien en 1985 le transmitió su Dharma. En 1959 fundó, junto con su esposa Anne, la Diamond Sangha, una organización budista laica que se extendió a diferentes estados en EE.UU., Australia, Nueva Zelanda, Sudamérica y Alemania. Robert Aitken es reconocido como pionero del Zen en Occidente y es un referente en este ámbito por su sabiduría, su madurez espiritual, su enseñanza y su dedicación al Camino. Fue co-fundador de la Buddhist Peace Fellowship y destacó toda su vida por su gran compromiso social.

La introducción de Robert Aitken al Zen ocurrió en una prisión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue capturado como civil en Guam. R. H. Blyth, autor de Zen in English Literature, estaba prisionero en el mismo sitio y en este extraño lugar recibió sus primeras enseñanzas. Después de la guerra Aitken Roshi volvió con frecuencia a estudiar a Japón. Hizo amistad con D. T. Suzuki y estudió con Nakagawa Sogen Roshi y Yasutani Hakuun Roshi.

Robert Aitken
Robert Aitken
Robert Aitken

Libros de Robert Aitken publicados en español

Un maestro Zen llamada Cuervo, editorial Siruela

El dragón que nunca duerme, Viento del Sur Ediciones, Argentina

La mente de Trébol, editorial Kolima (en preparación)

Contacto en España

Carmen Monske, maestra Zen

www.baika-an.org

Fotos de las residencias de Robert Aitken

Koko An. Exterior

Koko An. Exterior

oko An. Altar

Koko An. Altar

Palolo

Palolo. Casa de Robert Aitken, situada al lado del Zendo

Palolo

Palolo. Vista exterior del Zendo

Bis Island

Robert Aitken construyó su casa en Bis Island, cerca de la de su hijo Tom, encima de la lava del volcán Kilauea.

Emprendiendo el camino del Zen

Robert Aitken

KOLIMA BOOKS

A la memoria y a la presencia de

Yasutani Hakuun-shitsu Rodaishi

Prólogo a la edición española

Es una gran alegría para mí ver este libro tan básico para el entrenamiento del Zen editado en castellano, y le doy gracias por ello a la Editorial Kolima.

Durante siete años viajé a Hawai para profundizar de la mano de Aitken Roshi en el Zen. Le estoy muy agradecida por su enseñanza, su profundidad y su amistad.

He conocido sus tres zendos en Hawai, cuyas fotos figuran al final de este libro: Koko An y Palolo, ambos en Honolulu, y su casa encima de la lava en Big Island.

Con el tiempo, Koko An resultó demasiado pequeño para los estudiantes Zen que venían de las diferentes partes del mundo a practicar con Robert Aitken. Así, en el año 1987 la Diamond Sangha comenzó a construir un nuevo zendo en Palolo, mientras seguían las actividades Zen en Koko An. En 1993 Robert Aitken dirigió el primer sesshin en el Palolo Zen Center.

A finales de 1996 Aitken se retiró, mudándose a Big Island, donde se construyó una casa encima de la lava del volcán Kilauea, con un pequeño zendo y un cuarto de dokusan (entrevistas). Allí seguía recibiendo a unos pocos estudiantes veteranos. Después de unos años volvió a Palolo, donde residió hasta su muerte, el 5 de agosto de 2010, a los 93 años de edad. Estaba enfermo de corazón y sus estudiantes se ocuparon de él generosa e intensivamente. Un año antes de morir, Robert Aitken tuvo la satisfacción de celebrar el cincuenta aniversario de la Diamond Sangha en Palolo, con sus numerosos descendientes Dharma venidos de las distintas partes del mundo, así como con algunos visitantes llegados incluso desde Europa.

Koko An tuvo que venderse y ahora sirve de casa a una familia. También se vendió la casa en Big Island.

Nelson Foster, sucesor Dharma de Robert Aitken, viajó a menudo a Palolo desde 1996 hasta 2006 a dar sesshin allí desde la retirada de Robert Aitken. En el año 2006 le sucedió Michael Kieran, que sigue siendo el actual Roshi en Palolo.

Deseo que el presente libro te anime a ti, querido lector, a intentar adentrarte en este camino del Zen. Es un camino que transforma el carácter, que aporta paz, atención y compasión. Quiere conducirnos a nuestro núcleo, a nuestro ser más profundo, desde donde brota la fuerza para la vida cotidiana. Es un camino radical, al que hay que dedicar tiempo y constancia, pero merece la pena con creces, como han podido constatar las miles de personas que se han decidido a comenzar con la práctica.

Carmen Monske, maestra Zen

Madrid 2015

F

Prefacio

El presente libro tiene el propósito de servir de manual y que cada capítulo pueda usarse como un programa de instrucción para las primeras semanas del entrenamiento Zen. Espero que también sirva como referencia para los estudiantes avanzados.

La orientación para los nuevos estudiantes de Zen no es tradicional en Japón. Cuando asistí a mi primer retiro Zen, en el Monasterio Engaku en Kita Kamakura, recibí si acaso cinco minutos de instrucción para sentarme y contar mis respiraciones, antes de entrar a la sala de meditación para ocupar mi sitio. De allí en adelante, fue seguir a los otros y aprender por la práctica. Muchos de los estudiantes Zen pueden relatar experiencias similares.

Fue Harada Daiun Roshi, un innovador maestro de principios de siglo, quien estableció la orientación para monjes, monjas y estudiantes laicos en su monasterio. Sus sucesores se dieron cuenta de que los estudiantes que comienzan de este modo pueden evitar problemas y errores innecesarios durante los primeros meses, e incluso en los primeros años de su práctica.

Hay charlas introductorias de Yasutani Hakuun Roshi, el sucesor de Harada Roshi, que figuran traducidas en Los tres pilares del Zen[1] de Philip Kapleau. Yamada Koun Roshi, sucesor de Yasutani, y tercero en el liderazgo de esta corriente independiente del Zen, es mi propia inspiración directa y guía personal.

En las charlas introductorias, Harada Roshi enfatiza la importancia de escuchar. Si escuchas como un miembro más de un auditorio, puedes tal vez hacerlo pasivamente, como si yo estuviera sólo expresando una opinión, pero no necesariamente para ti. Esto no es el acto puro de escuchar. Es importante que atiendas como si yo estuviera sólo hablándote a ti.

Al leer, es lo mismo. Estas palabras son tus palabras. Se forman en tu mente mientras aparecen en la página. Avanza con las palabras y te encontrarás en un proceso natural de aceptación y rechazo que no lleva juicios conceptuales implícitos.

Preparé por primera vez estas charlas en 1972, y desde entonces han sido el corazón de los programas de orientación en nuestros centros de la Diamond Sangha. A lo largo de los años pasados, los líderes participantes de estos programas han ofrecido múltiples sugerencias para una revisión y el libro ha sido completamente reescrito varias veces. Sólo soy nominalmente el autor; pero debería realmente haber muchos más nombres en la página del título, particularmente John Tarrant, y también Anne Aitken, Stephen Mitchell, P. Nelson Foster, Gary Snyder y Yamada Roshi mismo.

Agradezco a Andrew Thomas sus dibujos de zazen y de posturas de estiramiento; a Francis Haar su trabajo de fotografía usado en la realización de los dibujos; a Giza Juho Braum, Myphon shoen Hunt y Joseph B. Liggett la mecanografía, y a Jutta Hahne, Linda Engleberg, Michelle Hill y Joseph B. Liggett por ayudar de una forma tan importante.

Gracias a Wendell Berry por señalar los pasajes del manuscrito que hubieran sido confusos para alguien no familiarizado con las religiones orientales; y por simplificar algunas de mis frases complicadas.

La fotografía de Shakyamuni meditando en una silla se reproduce con autorización de la Academia de Artes de Honolulu. Esta figura china data del siglo séptimo y fue un regalo de Robert Allerton a la Academia en 1959.

El retrato de Hakuin, de Daito Kokushi se reprodujo gracias a la benevolencia de su dueño, Shugo Yokota del Templo Tenrin, Matsuo Japón. Esta pintura aparece en la obra japonesa, Hakuin, editada por Naoji Takeuchi y publicada en Tokio por Chikuma Shobo en 1964. La señora Yukie Dan, secretaria de Eastern Buddhist Society en Kioto, dedicó mucho tiempo a localizar esta pintura, y a tramitar su reproducción. Le agradezco los esfuerzos realizados con éxito.

Finalmente, una nota de la transcripción de palabras extranjeras. Se usan caracteres itálicos la primera vez que aparece un nombre o término y en los apéndices. La letra s se pronuncia sh en sánscrito. Algunas palabras sánscritas son tan largas, que son ilegibles excepto para los especialistas, así que las he separado en sus componentes, aunque quizá esto no sea del todo correcto.

F

Emprendiendo el
camino del Zen

Ésta es la piedra,
empapada de lluvia,
que señala el camino.

Santoka, A History of Haiku

CAPÍTULO 1
Fundamentos

Desde lo más profundo del corazón

os digo a todos:

vida y muerte son un asunto serio.

Todo pasa deprisa.

Estad siempre muy vigilantes,

nadie sea descuidado,

nadie olvidadizo [2]

Éste es el mensaje del sesshin (retiro Zen) por las noches. Lo dice un antiguo miembro de la Sangha justo antes de apagar las luces. Expresa tres de las preocupaciones del estudiante Zen: primero, estar vivo es una gran responsabilidad; segundo, tenemos poco tiempo para completar tal responsabilidad; y tercero, es necesaria una práctica rigurosa para la realización.

Nuestro modelo es Shakyamuni Buda. Conocido como el fundador del budismo, vivió en la India hace más de 2.500 años; pero la religión no es fundamentalmente una cuestión de historia. Recuerdo un curso sobre budismo impartido por D.T. Suzuki en la Universidad de Hawai hace ya mucho tiempo. Comenzó el curso narrando la vida de Shakyamuni. No la contó como una historia o biografía, sino como la historia de cualquiera, es decir, la historia de ustedes y mía.

El Buda nació como príncipe y alguien predijo que se convertiría en un gran líder religioso o en un gran emperador, así que fue entrenado en las artes del guerrero y del estadista. Asimismo, tuvo las comodidades y el entrenamiento apropiados para su condición de joven príncipe: alimentos exquisitos, ropa elegante y todo lo demás.

Esta es tu historia y la mía. Cuando somos jóvenes, todos somos pequeños príncipes y princesas. Cada uno de nosotros somos el centro del universo. De hecho, nuestra boca es el centro, y todo nos llega por allí. Nuestros padres nos guían hacia el sentido de responsabilidad, pero a pesar del proyecto que exista para nosotros, surgimos, cada uno en su propio camino, como individuos.

El programa del Buda de poder y comodidad le cansó antes de cumplir 30 años. Se dice que a pesar de los esfuerzos de su padre para protegerlo del sufrimiento, Shakyamuni fue testigo de la enfermedad, la vejez y la muerte. Cierto día, avistó la figura de un monje en el recinto del Palacio y preguntó acerca de él. Después de ponderarlo profundamente, indagó su propósito en el mundo. Finalmente, decidió dejar a su pequeña familia al cuidado de su padre para buscar en el bosque su fortuna espiritual.

Pueden imaginar la dificultad para tomar esta decisión. Todo por lo que alguien puede sentir afecto: una bella esposa, un hijo pequeño, una carrera de buen gobernante, todo lo abandona para iniciar una búsqueda, que bien puede llevar a ninguna parte. Su decisión estaba enraizada en un profundo interés por todos los seres. ¿Por qué debe haber sufrimiento en el mundo? ¿Por qué debe haber debilidad en la vejez? ¿Por qué debe haber muerte? ¿Y qué cosa en la vida de un monje puede resolver tales dudas? Todas estas preguntas invadieron al joven Gautama. Él reconoció entonces que, a menos que resolviera sus propias dudas, su liderazgo no podría verdaderamente ofrecer la plenitud a otros.

Nuestra búsqueda infantil de la gratificación nos empalaga y también sentimos que algo que no comprendemos está latente dentro de nuestro atareado ir y venir. Nuestra conducta egoísta deja de satisfacernos. Quizás nos demos realmente cuenta de nuestras dificultades cuando tratamos de encontrar una pareja sexual. Pero aunque parezca prometernos paz y totalidad, la relación de pareja puede convertirse en una tarea dura. Entonces nos damos cuenta de que hay que ir más allá.

La búsqueda de Buda lo llevó a convertirse en monje y a buscar su instrucción en la filosofía y en el logro de los llamados estados de conciencia elevados. Estudió con los principales maestros del Yoga de su tiempo, pero siguió insatisfecho. Aunque pudo controlar su mente y aprendió completamente las abstrusas y sutiles fórmulas filosóficas de su tiempo, no pudo resolver el problema del sufrimiento.

En el contexto occidental del siglo XX, la religión no es ya algo del otro mundo. No es necesario dejar a la familia para buscar a los grandes maestros y no es necesario volverse monje o monja para recibir una instrucción adecuada. Como el Buda, sin embargo, podemos ser implacables en nuestro seguimiento de la verdad que sentimos desde el principio. «Si no aquí, entonces en algún otro lugar, de algún modo».

Buda se apartó de la filosofía y los estudios místicos para dedicarse al ascetismo. Se negó a sí mismo el alimento, el sueño, el resguardo y la vestimenta. Por un largo periodo luchó contra sus deseos y sus sentimientos de apego. Pero este camino también lo llevaba a un callejón sin salida. A pesar de toda esta auto-negación, no pudo encontrar la verdadera paz. Nakagawa Soen Roshi me dijo una vez: «El Zen no es ascetismo». Dijo esto para asegurarme que yo no necesitaba seguir su ejemplo de nadar en invierno en la costa de Japón. Pero el Zen tampoco es indulgencia. La práctica exige rigor y esto no cabe en un estilo de vida cómodo. Necesitamos encontrar el camino medio. El Buda aprendió y nosotros también aprendimos, que el ayuno prolongado y otras privaciones excesivas sólo debilitan el cuerpo y el espíritu, y hacen más difícil la práctica. Y como nos cuenta el Caigentan (Saikontan), «En el agua que es demasiado pura no hay peces»[3].

Así, Buda retornó a la meditación, la que sin duda había aprendido de sus maestros. Tomó su asiento bajo el árbol Bodhi, determinado a no levantarse hasta haber resuelto todas sus dudas. Un día al amanecer, miró hacia arriba y vio la estrella de la mañana. Entonces gritó: «¡Oh, maravilla!, ¡maravilla! ¡Ahora veo que todos los seres del universo son el Tathagata! Son sólo sus ilusiones y apegos los que les impiden reconocer este hecho»[4].

Tathagata es otro término para nombrar al Buda. Significa literalmente, «así llega» o, con mayor claridad, «aquel que así llega», e implica pura aparición, lo Absoluto manifestándose como el hecho viviente. Todos los seres son Buda. Todos los seres son la verdad, así como son. Un gran maestro del periodo T’ang usaba la expresión: «¡Sólo esto!», para presentar el corazón de la experiencia más profunda[5].

Esta profunda experiencia no está disponible para el observador superficial. Ilusiones y apegos en los que consiste el pensar egocéntrico y conceptual, oscurecen el hecho viviente. El camino del Zen está enfocado a clarificar esas obstrucciones y ver dentro de la verdadera naturaleza.

Esto puede ser tu camino, el camino medio del zazen, o de la meditación sentado. El camino medio no es un camino a la mitad, entre los extremos, sino una senda completamente nueva. No niega el pensamiento y no niega la importancia del autocontrol, pero la razón o la restricción no son sus puntos principales.

El doctor Suzuki solía decir que el Zen es noético, con lo que quería decir, según yo lo entiendo, que se origina en la mente. No es intelectual, sino que implica un caer en la cuenta, la pura gnosis de: «¡Sólo esto!». También implica la aplicación de este conocimiento en la vida diaria de la familia, el trabajo y el servicio comunitario.

Hacerlo personal

Al decidirnos por el budismo Zen, vemos que la vida de Buda es nuestra propia vida. No sólo la vida de Shakyamuni, sino la vida de todos los maestros sucesores en nuestro linaje, son nuestras propias vidas. Como ha dicho Wumen Huikai (Mumon Ekai), en la verdadera práctica Zen nuestras mismas cejas están entrelazadas con las de nuestros maestros ancestrales, vemos con sus ojos y oímos con sus oídos[6]. Esto no es así porque los copiamos, o cambiamos para ser como ellos. Debo explicar las palabras de Wumen (Mumon) diciendo que al encontrar nuestra auténtica naturaleza propia, encontramos la verdadera naturaleza de todas las cosas, la que los viejos maestros mostraron tan claramente con sus palabras y acciones. Pero la auténtica experiencia de identidad es íntima, más allá de la explicación. Y no es sólo con los viejos maestros con quienes encontramos completa intimidad. El tordo canta en mi corazón y nubes grises se juntan en el cielo vacío de mi mente. Todas las cosas son mi maestro.

En el camino del Zen buscamos por nosotros mismos la experiencia de Shakyamuni. Sin embargo, no le debemos una lealtad fundamental a él, sino a nosotros mismos y a nuestro entorno. Si pudiera demostrarse que Shakyamuni no existió, el solo mito de su vida sería nuestra guía. De hecho, es mejor reconocer desde el principio que los mitos y arquetipos religiosos nos guían, tal como lo hace toda persona religiosa. El mito de Buda es mi propio mito.

Así, es esencial al comienzo de la práctica, darse cuenta de que el camino es personal e íntimo. No es bueno examinarlo desde una distancia, como si fuera el de otra persona. Debes caminarlo por ti mismo. En este espíritu, te entregas a tu práctica, con la confianza en tu herencia y practicas con seriedad juntamente con tus hermanos y hermanas. Es este compromiso el que trae paz y plenitud.

Concentración

El primer paso en este camino de compromiso personal es la concentración. Comúnmente, creemos que la concentración es enfocarse en algo con intensa energía mental. Esto no es incorrecto, pero para el estudiante Zen no es un concepto completo. Aun en la experiencia común, trascendemos la concentración. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando tienes que pasar un examen para un empleo oficial? Si estás completamente preparado, te sientas y lo resuelves. Aunque tu vecino esté nervioso o comience a llover afuera, tu atención no se dispersa. Antes de darte cuenta, ya has terminado. Un tiempo relativamente largo ha pasado. De pronto notas que tienes la espalda rígida y los pies adormecidos. Estás fatigado y quieres descansar. Pero durante el desarrollo del examen tu entumecimiento y tu cansancio no te distrajeron. Estuviste absorto en lo que estabas haciendo, te volviste enteramente la persona que está haciendo un examen. Te olvidaste de ti mismo durante la tarea.

Reparar una máquina; alimentar a un niño; ver una película, todos estos actos pueden trascender la concentración. Enfocar la atención en algo implica dos cosas: tú y el objeto, pero tu experiencia cotidiana demuestra que cuando estás en verdad absorto, los dos se funden y «ni siquiera hay uno» como le gusta decir a Yamada Roshi.

Aceptarse a uno mismo

La experiencia cotidiana de olvidar el ser en actos como, por ejemplo, reparar un grifo, debe comprenderse como un modelo para el zazen, es decir, la práctica de la meditación del estudiante Zen. Pero antes de que sea posible olvidar el ser, debe haber una cierta medida de confianza.

El clavadista desde lo alto del trampolín se abandona por completo en cada zambullida, pero no puede hacer esto sin el desarrollo de la confianza que va de la mano con el entrenamiento. Tal abandono no es fortuito. El clavadista se ha hecho uno con la práctica del salto: libre, pero al mismo tiempo altamente disciplinado.

Ni siquiera los campeones del salto alcanzan su potencial más profundo simplemente por trabajar en lo alto del trampolín. Un ejemplo más útil puede hallarse entre los arquetipos de zazen, como Manjusri, quien ocupa el sitio central del altar del zendo (sala de meditación). Él sostiene un rollo de papel, que representa la sabiduría, y una espada para cortar todos tus conceptos. Manjusri está sentado sobre un león acostado, y ambos parecen estar muy cómodos. El poder del león está todavía allí y, sin embargo, Manjusri habla con la voz del león. ¡Completamente libre, y completamente controlado! El nuevo estudiante debe hacerse amigo del león y domesticarlo antes de que pueda tomar el asiento del león. Esto lleva tiempo y paciencia.

Al principio, esta especie de criatura interior se asemeja más a un mono que a un león: arrebata con codicia objetos brillantes y coloreados y salta alrededor de cada cosa. Mucha gente se culpa a sí misma, e incluso está a disgusto consigo misma por su comportamiento inquieto. Pero si te rechazas a ti mismo, estás rechazando al sujeto del despertar. O sea, que debes hacerte amigo de ti mismo. Siéntete cómodo en ti mismo. Sonríete a ti mismo. Estás desarrollando tu confianza.

No comprendas mal. No estoy dirigiéndote al camino del orgullo y el egoísmo. Señalo el camino de Basho, quien se amaba a sí mismo y a sus amigos sin orgullo:

En nuestra fiesta para mirar la luna

no hay ninguno

con un bello rostro

Alguna vez he comentado al citar este poema: «¡Qué bastardos somos, sentados aquí a la luz de la luna!»[7]. Esta clase de sentido del humor es la base de la responsabilidad, la capacidad de responder. Cuando cometes un error, ¿te castigas a ti mismo o sacudes la cabeza con una sonrisa y aprendes algo de la situación? Si te maldices a ti mismo, estás retardando tu práctica.

Sólo si registras el error y decides hacerlo mejor la próxima vez, estarás listo para practicar.

Un, deux, trois, quatre; ichi, ni, san, shi.

Pero aunque contar las respiraciones resulta natural, no puedes soñar con esto y simplemente dejar que ocurra. Para enfrentar verdaderamente el desafío de tu mente alborotada, debes dedicar toda tu atención sólo al «uno», sólo al «dos». Cuando pierdes la cuenta (¡no si la pierdes!) y notas al fin que la has perdido, vuelve al «uno» y comienza otra vez.

Mucha gente puede contar hasta «diez» con éxito las primeras veces que lo intenta, pero nadie que no haya practicado puede mantener la secuencia durante mucho tiempo. Aunque se requiere una mente disciplinada incluso para fines tan comunes como manejar un negocio o enseñar, pocos de nosotros tenemos la facultad de atención expandida. He conocido a gente que me ha dicho, después de intentar practicar zazen veinticinco minutos, «sabe, ¡yo nunca llego a ‘uno’!». Contar las respiraciones nos demuestra que, en verdad, como dice el proverbio chino, la mente es como un caballo salvaje.

Contar las respiraciones no es el jardín de infancia del Zen. Para muchos estudiantes es una práctica completa y de por vida. Pero incluso con un mes de práctica unos pocos minutos cada día, serás capaz de enfocarte más claramente en tu trabajo o estudio y entregarte a ti mismo más libremente a la conversación y al recreo. Habrás comprendido como comenzar, en cierta medida, la tarea de mantenerte a ti mismo sin dividirte, porque es el pensar en algo distinto a lo que tenemos entre manos, lo que nos separa de la realidad y disipa nuestras energías.

F