Cubierta

Albert Einstein

El libro definitivo de citas

COMPILACIÓN Y EDICIÓN A CARGO DE ALICE CALAPRICE

Con prólogo de Freeman Dyson

Traducción de Francisco García Lorenzana

Plataforma Editorial

Albert Einstein en Berlín, ca. principios de la década de 1930. (Foto de E. Zieber. P&A. Photos. Original en la colección de la autora; regalo de Todd Yoder.)

Einstein en clase en Viena, 1921. (Archivo de la autora)

Einstein en Berlín, 1932. (Cortesía de los Albert Einstein Archives, Universidad Hebrea de Jerusalén, Israel)

Para mi familia extensa, que no deja de crecer:
a los Abeghian, Braunsfurth, Calaprice, Hazarabedian, Whitty y Wong,

especialmente para mis dulces nietos:
Emilia y Anya Calaprice, y
Christopher y Ryan Whitty

Índice

  1. Prólogo
  2. Una nota (larga) sobre esta edición definitiva
  3. Una breve cronología
  4. LAS CITAS
  5. Einstein sobre sí mismo
  6. Sobre y a su familia
  7. Sobre la vejez
  8. Sobre América y los americanos
  9. Sobre y a los niños
  10. Sobre la muerte
  11. Sobre la educación, los estudiantes y la libertad académica
  12. Sobre y a amigos, científicos concretos y otras personas
  13. Sobre los alemanes y Alemania
  14. Sobre la humanidad
  15. Sobre los judíos, Israel, el judaísmo y el sionismo
  16. Sobre la vida
  17. Sobre la música
  18. Sobre el pacifismo, el desarme y el gobierno mundial
  19. Sobre la paz, la guerra, la bomba y los militares
  20. Sobre la política, el patriotismo y el gobierno
  21. Sobre la raza y los prejuicios
  22. Sobre la religión, Dios y la filosofía
  23. Sobre la ciencia y los científicos, las matemáticas y la tecnología
  24. Sobre temas diversos
  25. Bibliografía

Prólogo

Mi excusa para escribir este prólogo es que soy amigo y consejero de Princeton University Press desde hace treinta años y he ayudado a limar asperezas en el largo y difícil proyecto de publicar los papeles de Einstein, un proyecto en el que Alice Calaprice ha desempeñado un papel fundamental. Después de muchos retrasos y controversias muy amargas, el proyecto de publicación se encuentra en estos momentos a toda máquina, produciendo una corriente continua de volúmenes que reúnen tesoros científicos e históricos.

Sólo llegué a conocer a Einstein de segunda mano, a través de su secretaria y archivera, Helen Dukas. Helen era una amiga cariñosa y generosa tanto para los adultos como para los niños. Durante muchos años fue nuestra canguro favorita. Le encantaba explicar historias sobre Einstein, destacando siempre su sentido del humor y su desapego tranquilo de las pasiones que agitaban al resto de los mortales. Nuestros hijos la recuerdan como una anciana amable y de buen carácter con acento alemán. Pero también podía ser muy dura. Luchó como una tigresa para mantener alejada a la gente que intentó inmiscuirse en la privacidad de Einstein mientras estuvo vivo, y luchó como una tigresa para preservar la privacidad de sus papeles más íntimos después de su muerte. Ella y Otto Nathan fueron los albaceas de la voluntad de Einstein y no dudaron en perseguir judicialmente a cualquiera que intentase publicar los documentos de Einstein sin su aprobación. Bajo la apariencia tranquila de Helen, de vez en cuando pudimos sentir las tensiones ocultas. A veces murmuraba enigmáticamente sobre algunas personas sin nombre que le amargaban la vida.

El testamento de Einstein establecía que el archivo que contenía todos sus papeles debía permanecer bajo la administración de Otto Nathan y Helen hasta que decidieran que había llegado el momento de transferirlo a la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde debería permanecer definitivamente a partir de ese momento. Durante veintiséis años después de la muerte de Einstein en 1955, el archivo estuvo ubicado en una larga fila de armarios archivadores en el Instituto para Estudios Avanzados de Princeton. Helen trabajó cada día en el archivo, gestionando una correspondencia enorme y descubriendo miles de documentos nuevos para añadir a la colección.

A principios de diciembre de 1981, Otto Nathan y Helen disfrutaban aparentemente de buena salud. Una noche, cuando la mayoría de los miembros del Instituto se encontraban disfrutando de sus vacaciones navideñas, se produjo un movimiento repentino. Era una noche lluviosa y oscura. Un camión muy grande aparcó delante del Instituto, rodeado por un grupo de guardias de seguridad fuertemente armados. Yo pasaba por allí por casualidad y me detuve a ver qué ocurría. Era el único espectador a la vista, pero tengo muy pocas dudas de que Helen también estaba presente, probablemente supervisando la operación desde su ventana en el piso superior del Instituto. En una rápida sucesión, una serie de enormes cajas de madera bajaron por el ascensor desde el último piso, salieron por la puerta principal del edificio y fueron cargadas en el camión. Los guardias subieron al vehículo y el camión se alejó en la noche. Al cabo de poco tiempo, el archivo se encontraba en su ubicación definitiva en Jerusalén. Helen siguió trabajando en el Instituto, ocupándose de la correspondencia y acondicionando el espacio vacío que había ocupado el archivo. Unos dos meses después, de manera repentina e inesperada, murió. No sabemos si tuvo una premonición de su muerte, pero en cualquier caso se aseguró de que su amado archivo estuviera en buenas manos antes de su partida.

Después de que la Universidad Hebrea asumiera la responsabilidad del archivo y tras la muerte de Otto Nathan en enero de 1987, los fantasmas que habían perseguido a Helen salieron rápidamente a la luz. Robert Schulmann, un historiador de la ciencia que se había unido al Einstein Papers Project unos años antes, recibió noticias desde Suiza sobre la posible existencia de un conjunto secreto de cartas de amor, escritas hacia el cambio de siglo por Einstein y su primera esposa, Mileva Marić. Empezó a sospechar que este conjunto de cartas podía formar parte del legado literario de Mileva, que su nuera Frieda, la primera esposa del hijo mayor de Einstein, Hans Albert, había llevado a California después de la muerte de Mileva en Suiza en 1948. Aunque Schulmann había recibido repetidas veces la seguridad de que las únicas cartas que se habían conservado estaban fechadas después de la separación de Mileva y Einstein en 1914, no estaba convencido. En 1986 se encontró con la nieta de Einstein, Evelyn, en Berkeley. Juntos descubrieron una pista definitiva. Escondidas en un manuscrito inédito que Frieda había preparado sobre Mileva, pero que no formaban parte del texto definitivo, se encontraban unas notas que se referían con gran detalle a cincuenta y cuatro cartas de amor. La conclusión era obvia: estas cartas debían de formar parte del conjunto de más de cuatrocientas misivas en manos del Einstein Family Correspondence Trust, la entidad legal que representaba a los herederos de Mileva en California. Como Otto Nathan y Helen Dukas habían bloqueado con anterioridad la publicación de la biografía de Frieda, el Family Trust les había negado el acceso a la correspondencia y no pudieron tener un conocimiento directo de su contenido. El descubrimiento de las notas de Frieda y la transferencia del legado literario a la Universidad Hebrea ofreció una nueva oportunidad de proseguir con la publicación de la correspondencia.

En la primavera de 1986, John Stachel, en aquel momento el editor responsable de la publicación del archivo, y Reuven Yaron, de la Universidad Hebrea, superaron el bloqueo al negociar un acuerdo con el Family Trust. Su objetivo era obtener fotocopias de la correspondencia para unirlas al proyecto de publicación y al fondo de la Universidad Hebrea. La reunión crucial tuvo lugar en California, donde vivía Thomas Einstein, el bisnieto mayor del físico y responsable del Family Trust. Los negociadores quedaron completamente descolocados cuando el joven apareció con pantalones cortos de tenis, y se llegó rápidamente a un acuerdo amistoso. Como resultado de ello, las cartas íntimas acabaron publicadas. Las cartas a Mileva revelaban la verdadera personalidad de Einstein, un hombre que no era inmune a las pasiones y a las debilidades humanas normales. Las cartas son obras maestras de una prosa amarga, que explican la triste historia del fracaso de un matrimonio, empezando por un amor tierno y juguetón, y terminando con reproches duros y fríos.

Durante los años que Helen controló el archivo, siempre tuvo a su lado una caja de madera que llamaba su «Zettelkästchen», su cajita de recortes. Siempre que en su trabajo diario se encontraba con una cita de Einstein que le parecía importante o encantadora, la copiaba y la colocaba en la caja. Cuando la visitaba en su oficina, siempre me enseñaba las últimas incorporaciones a la caja. El contenido de dicha caja se convirtió en el núcleo del libro Albert Einstein, the Human Side, una antología de citas de Einstein que coeditó con Banesh Hoffmann y que se publicó en 1979. The Human Side mostraba al Einstein que Helen quería que viera el mundo, el Einstein de leyenda, el amigo de los escolares y de los estudiantes pobres, el filósofo amable e irónico, el Einstein sin sentimientos violentos ni errores trágicos. Resulta interesante comparar el Einstein retratado por Helen en The Human Side con el Einstein retratado por Alice Calaprice en este libro. Alice ha seleccionado las citas imparcialmente de los documentos antiguos y nuevos. Ni enfatiza el lado oscuro de la personalidad de Einstein ni lo oculta. En la breve sección «Sobre y a su familia», por ejemplo, el lado oscuro queda claramente a la vista.

Al escribir el prólogo para esta edición, me veo obligado a enfrentarme a la cuestión de si estoy cometiendo un acto de traición. Está claro que Helen se habría opuesto con vehemencia a la publicación de las cartas íntimas a Mileva y a la segunda esposa de Einstein, Elsa. Seguramente se habría sentido traicionada si hubiera visto mi nombre unido a un libro que contiene muchas citas de las cartas que aborrecía. Yo fui uno de sus amigos más cercanos y de mayor confianza, y no me resulta fácil actuar contra sus deseos expresos. Si estoy traicionándola, no lo hago a la ligera. En definitiva, calmo mi conciencia con la idea de que, a pesar de sus muchas virtudes, estaba totalmente equivocada en el intento de ocultarle al mundo el verdadero Einstein. Mientras vivió, nunca estuve de acuerdo con ella en ese aspecto. No intenté que cambiase de opinión, porque su concepción del deber hacia Einstein era inquebrantable, pero le dejé claro que me disgustaba el uso de demandas legales para impedir la publicación de los documentos de Einstein. Sentía un amor y un respeto enormes por Helen como persona, pero nunca le prometí que fuera a apoyar su actitud de censura. Espero y quiero creer que si Helen estuviera viva en este momento y pudiera ver con sus propios ojos que la admiración y el respeto universales por Einstein no han disminuido a causa de la publicación de sus cartas íntimas, me perdonaría.

Ahora tengo claro que la publicación de las cartas íntimas, aunque sea una traición a Helen Dukas, no es una traición a Einstein. Einstein surge de esta colección de citas, que proceden de fuentes muy diversas, como un ser humano completo y totalmente desarrollado, una figura más grande y mucho más sorprendente que el filósofo reservado retratado en el libro de Helen. El conocimiento del lado más oscuro de la vida de Einstein hace que sus logros en la ciencia y en los asuntos públicos parezcan aún más milagrosos. Este libro lo muestra como era: no un genio sobrehumano, sino un genio humano, y un ser humano extraordinario.

Hace unos años, tuve la suerte de impartir unas clases en Tokio al mismo tiempo que el cosmólogo Stephen Hawking. Pasear por las calles de Tokio con Hawking en su silla de ruedas fue una experiencia sorprendente. Sentí como si estuviera paseando por Galilea con Jesucristo. Allá donde íbamos, nos seguían multitudes de japoneses silenciosos, que alargaban las manos para tocar la silla de ruedas de Hawking. Hawking disfrutaba del espectáculo con sentido del humor. En ese momento pensé en un relato que había leído sobre la visita de Einstein a Japón en 1922. En aquel entonces las masas seguían a Einstein como setenta años después iban detrás de Hawking. Los japoneses adoraban a Einstein como ahora adoran a Hawking. Demostraban un gusto exquisito en la elección de sus héroes. Por encima de las barreras de la cultura y el lenguaje, sintieron una cualidad casi divina en estos dos visitantes del extranjero. De alguna manera comprendieron que Einstein y Hawking no son sólo grandes científicos, sino también grandes seres humanos. Este libro ayuda a explicar por qué.

Freeman Dyson

Instituto para Estudios Avanzados

Princeton, Nueva Jersey,

1996, 2000, 2005, 2010

Una nota (larga) sobre esta edición definitiva

Han pasado más de quince años desde que empecé a recopilar sistemáticamente la información para la publicación de la edición original de The Quotable Einstein en 1996. Antes de eso ya estaba haciéndolo de manera informal desde que empecé a trabajar en los documentos de Einstein en 1978 en el Instituto para Estudios Avanzados de Princeton. Estos últimos años han enriquecido en gran manera mi vida porque he llegado a conocer lo que representa encontrarse al otro lado del mundo editorial, es decir, lo que significa ser autora en lugar de editora, firmar libros en librerías y para los amigos, que te dediquen reseñas y entrevistas. El año 2005 fue especialmente apasionante, con el centenario de la teoría especial de la relatividad de Einstein y el cincuenta aniversario de su muerte, cuando tantos colegas de Einstein y yo participamos en una serie de acontecimientos internacionales, nacionales, locales y mediáticos, entre ellos la inauguración de la largamente esperada estatua de Einstein en Princeton.

Pero ahora ha llegado el momento de poner punto final y redondear el resultado. Este proyecto ha sido una tarea en progreso continuo desde el principio, un poco como mi jardín, que siempre está cambiando y (espero que) mejorando. Esta cuarta edición es la última que voy a compilar. Estoy agradecida de tener esta última oportunidad para realizar una serie de añadidos, además de introducir algunas correcciones y aclaraciones. Quizá dentro de unos años un editor nuevo y emprendedor tendrá la energía necesaria para continuar con el proyecto, porque parece que existe un pozo sin fondo de citas preciosas que se pueden extraer del enorme archivo de Einstein.

Para esta edición he añadido tres secciones nuevas, pero he eliminado la mayor parte de los elementos adicionales del principio y del final que se encontraban en ediciones anteriores, con el objetivo de mantener el libro en unas dimensiones compactas. Los lectores que estén interesados en los «extras» de las ediciones anteriores deberán consultar dichos volúmenes para lo siguiente: una cronología larga de la vida de Einstein, un árbol genealógico, respuestas a las preguntas más habituales sobre él, extractos del dosier del FBI sobre Einstein, la famosa carta al presidente Roosevelt advirtiéndole de la posibilidad de que Alemania estuviera construyendo una bomba atómica, el diario de conversaciones de Johanna Fantova con Einstein, el relato de los últimos días de Einstein por parte de Helen Dukas, y una carta a Sigmund Freud procedente de ¿Por qué la guerra?, así como las antiguas introducciones, que ofrecen alguna información sobre mi implicación en este proyecto. Espero que ahora los lectores disfruten de «Sobre y a los niños», que incluye a los dos hijos de Einstein; «Sobre la raza y los prejuicios», que se merecía una sección propia desde que Einstein on Race and Racism de Fred Jerome y Rodger Taylor sacó a la luz material nuevo; y sólo una pequeña muestra de versos, poemillas humorísticos y poemas de los alrededor de quinientos que se encuentran en el archivo, todos ellos escritos originalmente en alemán.1 He podido ampliar y reorganizar considerablemente las secciones dedicadas a la política y a los temas judíos gracias a la publicación del libro de un valor incalculable y que lo abarca prácticamente todo Einstein on Politics: His Private and Public Thoughts on Nationalism, Zionism, War, Peace, and the Bomb de David Rowe y Robert Schulmann, que reúne los escritos políticos, sociales y humanitarios de Einstein. También han sido de gran ayuda la biografía de Jürgen Neffe, Einstein, meticulosamente traducida al inglés por Shelley Frisch; Einstein, Israel y el sionismo de Fred Jerome, y Einstein de Walter Isaacson. Además, la publicación de los volúmenes 10 y 12 de los Collected Papers ha proporcionado aún más material primario. Por ello he podido añadir unas cuatrocientas citas más, situando el total en unas mil seiscientas. Las citas nuevas van precedidas por un asterisco.

Mientras seguía leyendo sobre Einstein, descubrí que continúan multiplicándose las versiones traducidas de sus escritos. Por ejemplo, la reimpresión de los ensayos en Ideas and Opinions y Einstein on Peace de Nathan y Norden no reproducen siempre de manera fidedigna a partir de las publicaciones originales como Forum and Century y el New York Times Magazine, sino que fueron retraducidas para esos libros, para otras recopilaciones (como Cosmic Religion, que parece que toma retazos de una serie de fuentes y los parafrasea), y aparecieron después de eso en numerosas biografías. Como Ideas and Opinions se utiliza frecuentemente como una fuente fiable, no resulta nada sorprendente que muchos nos hayamos equivocado sobre lo que dijo Einstein realmente. Es posible que Einstein pidiera en persona que se revisaran algunas de sus afirmaciones publicadas con anterioridad y que no le parecieran adecuadas en una fase posterior de su vida. Resulta recomendable que, como mínimo, los estudiosos recurran a las fuentes originales y en la lengua original, siempre que sea posible, y que mencionen las fechas de publicación y las fuentes o versiones alternativas.

Cuando le preguntaron cuál debería ser el precepto que sirviera de guía en la vida de un joven con aspiraciones, Joseph Routh, que hace unos dos siglos fue presidente del Magdalen College de Oxford, advirtió: «Le resultará una práctica muy útil verificar siempre sus referencias, señor». Debo admitir que en las ediciones anteriores de este libro no me mantuve siempre fiel al pie de la letra a este consejo tan sabio, porque estaba muy familiarizada con el enorme legado literario de Einstein y creía que las fuentes que había encontrado eran lo suficientemente fiables para un público general. Al mismo tiempo, también advertí a los lectores que el volumen original no era en realidad un libro académico en sentido estricto. Aun así, la letra de las citas es precisa, con unas pocas excepciones, lo que no está nada mal cuando se manejan unas mil seiscientas citas. He eliminado algunas que no se pueden verificar o son cuestionables, o las he colocado en la sección «Atribuidas a Einstein».2 En consecuencia, esta edición mejora las citas y las fuentes de las ediciones anteriores.

Además, los lectores deben tener en cuenta que las entrevistas publicadas se deben tomar con un poco de recelo porque pasan por el filtro del entrevistador y Einstein no tuvo siempre la oportunidad de aprobarlas antes de su publicación. Lo mismo vale para recopilaciones, conversaciones y memorias, y para las compilaciones de anécdotas como el desenfadado Liebes Hertz! de Anita Ehlers. He cambiado ligeramente algunas de las traducciones que aparecieron en las ediciones previas de este libro cuando me pareció que las nuevas eran más precisas y también he añadido más material explicativo en algunas notas.

Si una cita se encuentra en los volúmenes publicados de The Collected Papers of Albert Einstein (que es un trabajo en elaboración), he incluido como fuente el volumen y el número del documento. Con esta información el lector puede consultar dichos volúmenes para conocer el contexto de la misma. Otras fuentes fiables son los documentos reproducidos por Rowe y Schulmann en Einstein on Politics y los que se encuentran en los libros de Fred Jerome. Para los materiales inéditos, en especial la correspondencia, he incluido el número de archivo cuando estaba disponible, como una ayuda para los estudiosos que tienen acceso a la base de datos de los Einstein Archives o del Einstein Papers Project.

Los lectores de ediciones anteriores se darán cuenta de que muchas de las citas que se encontraban originalmente en la sección «Atribuidas a Einstein» ya no se encuentran allí, sino que están documentadas en el cuerpo principal del libro. Las fuentes de algunas otras citas populares aún no se han descubierto y tengo la sensación de que la mayoría de ellas son paráfrasis o generalizaciones a partir del pensamiento de Einstein. Sin embargo, otras muchas son completamente falsas y siguen utilizándolas deshonestamente aquellos que quieren usar el nombre de Einstein para defender sus causas particulares.

También resultan necesarias unas palabras sobre el sentido del humor de Einstein, puesto que el humor no se traduce siempre perfectamente de una lengua a otra. Es posible que algunos, pero no todos, sus comentarios más sarcásticos se pronunciaran en broma, de manera desenfadada o con un guiño. Como la mayoría de nosotros, es posible que lamentase más tarde algunas de sus palabras. Cuanto más se conoce a Einstein, mejor se entiende su humor. Además, el lector se dará cuenta de que a lo largo de los años Einstein cambió de opinión sobre una serie de temas, como hacemos la mayoría cuando envejecemos. Por eso, cuando lea una cita debe tener en cuenta que era su pensamiento en ese momento determinado y que no es imprescindible que mantuviera la misma opinión para siempre. Dichas contradicciones demuestran que Einstein no era rígido ni de mente estrecha, sino abierto a ideas y pensamientos nuevos, según lo requiriera la época, mientras seguía siendo fiel a sus valores humanos básicos. Aun así, era mucho menos flexible con sus ideas científicas.

Einstein sigue fascinando y sin duda seguirá fascinando para siempre tanto a científicos como a otros admiradores de todo el mundo. A pesar de su imagen paternal, genial y modesta, conseguía emanar un carisma que el sociólogo Max Weber describía como «una cualidad de una personalidad individual por virtud de la cual se apartaba del hombre ordinario y parecía como si estuviera dotado con poderes o cualidades sobrenaturales, sobrehumanos o al menos excepcionales». Sin embargo, en este libro el lector descubrirá que Einstein era muy humano y que, en su mayor parte, sigue siendo importante para el día de hoy.


Expreso mi agradecimiento a mi editora en Princeton University Press, Ingrid Gnerlich; a mi responsable de producción, Sara Lerner, por haber guiado con eficiencia el manuscrito a través del proceso de producción; y a mi editora de mesa con ojo de lince, Karen Verde, por su interés y cariño al ayudarme a preparar este volumen para su publicación. Muchas gracias también a mis antiguos colegas en Princeton University Press que han producido este libro y a muchas personas que, en sus cartas amables y atentas, me enviaron citas nuevas y copias de la correspondencia de Einstein que no había visto antes. Barbara Wolff, de los Einstein Archives en Jerusalén, ha realizado una contribución excepcional al proporcionar correcciones, fuentes adicionales y detalles nuevos que no me eran conocidos; me ha ayudado a que este libro sea mucho mejor y le estoy extremadamente agradecida por ello. Osik Moses, editor en el Einstein Papers Project en Caltech, ha sido de gran ayuda y siempre ha sido eficiente y rápido en sus respuestas, y Diana Buchwald fue muy amable al permitirme el acceso al archivo. Como siempre, Robert Schulmann me ha proporcionado respuestas a preguntas importantes. Muchos amigos, en especial Patrick Lewin, me han transmitido sus ánimos y su gran interés en este proyecto. Y doy las gracias de nuevo a Freeman Dyson por su maravilloso prólogo, que nos permitió revisar mínimamente en un par de pasajes. Espero que esta edición definitiva sea útil para todos los lectores.

Claremont, California,

enero de 2010

Una breve cronología

1879
El 14 de marzo nace Albert Einstein en Ulm, Alemania.
1880
La familia se traslada a Múnich.
1881
El 18 de noviembre nace su hermana Maja.
1885
En otoño entra en la escuela e inicia las lecciones de violín.
1894
La familia se traslada a Italia, pero Albert se queda en Múnich para terminar el curso. Abandona la escuela a finales de año y se reúne con su familia en Italia.
1895
Entra en la Escuela Cantonal de Argovia, en Aarau, Suiza.
1896
Renuncia a la ciudadanía alemana, se gradúa en la escuela y se traslada a Zúrich a finales de octubre para asistir al Instituto Politécnico Federal Suizo (el «Poly»; más tarde el «ETH»).
1900
Se gradúa en el Instituto Politécnico. Anuncia sus planes de casarse con su compañera de estudios Mileva Marić.
1901
Se convierte en ciudadano suizo. Busca empleo mientras da clases particulares. Empieza a trabajar en su tesis doctoral para la Universidad de Zúrich.
1902
Probablemente en enero Albert y Mileva tienen a su hija Lieserl antes de casarse. En junio inicia su trabajo como experto técnico en la Oficina de Patentes de Berna.
1903
El 6 de enero se casa con Mileva en Berna, donde establecen su domicilio. Es posible que a Lieserl la dieran en adopción o muriera, porque no se la vuelve a mencionar a partir de septiembre de dicho año.
1904
El 14 de mayo nace en Berna su hijo Hans Albert.
1905
«Año milagroso» de Einstein en cuanto a sus publicaciones científicas.
1906
El 15 de enero obtiene el doctorado por la Universidad de Zúrich.
1908
En febrero se convierte en profesor de la Universidad de Berna.
1909
Es nombrado profesor extraordinario de Física en la Universidad de Zúrich.
1910
El 28 de julio nace su segundo hijo, Eduard.
1911
Se traslada a Praga durante un año para impartir clase.
1912
Se reencuentra con su prima divorciada Elsa Löwenthal e inicia con ella una correspondencia romántica, al mismo tiempo que se desintegra su matrimonio. Acepta su nombramiento como profesor de Física Teórica en el Instituto Politécnico (ahora el ETH) en Zúrich.
1913
En septiembre sus hijos Hans Albert y Eduard son bautizados como cristianos ortodoxos cerca de Novi Sad, Hungría (más tarde Yugoslavia y en la actualidad Serbia), ciudad natal de su madre. Acepta una plaza de profesor en Berlín, ciudad de residencia de su prima Elsa.
1914
En abril llega a Berlín para ocupar su nuevo puesto. Mileva y los niños van con él, pero regresan a Zúrich en julio porque Einstein desea terminar con el matrimonio.
1916
Publica «Los orígenes de la teoría general de la relatividad» en Annalen der Physik.
1917
El 1 de octubre se incorpora como director al Instituto Kaiser Wilhelm de Física en Berlín.
1919
El 14 de febrero se divorcia finalmente de Mileva. El 29 de mayo, durante un eclipse solar, sir Arthur Eddington mide experimentalmente la curvatura de la luz y confirma las predicciones de Einstein; se inicia la fama de Einstein como figura pública. El 2 de junio se casa con Elsa, que vivía con sus dos hijas, Ilse (de 22 años) y Margot (de 20 años).
1920
Las manifestaciones antisemitas y contra la teoría de la relatividad son cada vez más importantes entre los alemanes, pero Einstein sigue siendo leal a Alemania. Se implica cada vez más en cuestiones no científicas, entre ellas el pacifismo y su sionismo algo particular.
1921
En abril y mayo realiza el primer viaje a los Estados Unidos. Acompaña a Chaim Weizmann en una gira por dicho país para conseguir dinero para la Universidad Hebrea de Jerusalén. Pronuncia cuatro conferencias sobre la teoría de la relatividad en la Universidad de Princeton.
1922
De octubre a diciembre viaja al Lejano Oriente. En noviembre, mientras se encuentra en Shanghái, recibe la noticia de que ha ganado el premio Nobel de Física de 1921.
1923
Visita Palestina y España.
1925
Viaja a Sudamérica. En solidaridad con Gandhi firma un manifiesto contra el servicio militar obligatorio. Se convierte en un ardiente pacifista.
1928
En abril contrata a Helen Dukas como secretaria, que seguirá siéndolo, y además ama de llaves, durante el resto de su vida.
1930
En diciembre visita Nueva York y Cuba, y después permanece (hasta marzo de 1931) en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), en Pasadena.
1931
En mayo visita Oxford para pronunciar las Conferencias Rhodes. En diciembre regresa a Pasadena.
1932
Enero-marzo, en Caltech. Regresa a Berlín. En diciembre viaja de nuevo a los Estados Unidos.
1933
En enero los nazis ocupan el poder en Alemania. Renuncia a la ciudadanía alemana (sigue siendo ciudadano suizo) y no regresa a Alemania. De los Estados Unidos se desplaza a Bélgica con Elsa, estableciendo su residencia temporal en Coq sur Mer. Realiza viajes a Oxford, donde pronuncia la Conferencia Herbert Spencer en junio, y a Suiza, donde visita por última vez a su hijo Eduard en un hospital psiquiátrico. A principio de octubre abandona Europa y se instala en Princeton, Nueva Jersey, para iniciar su tarea como profesor en el Instituto para Estudios Avanzados.
1936
El 20 de diciembre muere Elsa después de una larga batalla contra una enfermedad cardiaca y renal.
1939
El 2 de agosto firma la famosa carta al presidente Roosevelt sobre las implicaciones militares de la energía atómica, que conduce al Proyecto Manhattan.
1940
Se convierte en ciudadano de los Estados Unidos.
1945
Se retira oficialmente del claustro del Instituto para Estudios Avanzados.
1948
El 4 de agosto muere Mileva en Zúrich.
1950
El 18 de marzo firma su testamento. Su fondo literario (el archivo) se deberá trasladar a la Universidad Hebrea de Jerusalén en el momento en que lo decidan sus albaceas.
1952
Se le ofrece la presidencia de Israel, que rechaza.
1955
El 11 de abril escribe la última carta firmada, dirigida a Bertrand Russell, aceptando firmar un manifiesto conjunto para exigir a todas las naciones que renuncien a las armas nucleares. El 13 de abril sufre un aneurisma. El 15 de abril ingresa en el Princeton Hospital. El 18 de abril Albert Einstein muere a la 1:15 de la madrugada a causa de la ruptura de un aneurisma arteriosclerótico de la aorta abdominal.

LAS CITAS